Uno de los momentos de mayor satisfacción de los padres de familia es cuando alguno de sus hijos o hijas logran obtener un título universitario o tienen un logro académico. La satisfacción es todavía mayor cuando se les distingue por estar entre los más sobresalientes por sus altas calificaciones. Mayor el orgullo si se trata de familias de escasos recursos económicos que con gran esfuerzo han sufragado el costo de la educación de sus descendientes.

Cuando esto acontece, los paterfamilias sienten recompensados sus sacrificios al haber dotado a sus hijos de la mejor preparación para enfrentar la vida futura y volverlos seres de bien. Es común entonces la frase paterna de que “la mejor herencia para los hijos es la educación”.

De manera similar debiera sentirse una sociedad cuando una de sus instituciones educativas es reconocida por su excelencia.

En este tenor, un nuevo motivo de orgullo y satisfacción nos ha dado a los yucatecos la Universidad Autónoma de Yucatán al ingresar 11 de sus licenciaturas al Padrón Nacional de Programas de Alto Rendimiento Académico, convirtiéndose en la segunda institución pública del país y la primera en el sureste con el mayor número de carreras con los máximos estándares de calidad.

Conseguir este reconocimiento no ha sido sencillo, ni de ahora. Es fruto del trabajo académico esforzado y no siempre en las mejores condiciones económicas de las autoridades, catedráticos y alumnos universitarios durante 91 años.

Nos habla de una Institución pública que en la libertad de cátedra, en el empeño de la enseñanza de calidad para la libertad, la verdad y el compromiso social ha sabido utilizar los recursos públicos para construir bien público.

Nos habla de una Institución que con un orden que ya quisieran otras instituciones públicas de educación superior está constituyendo la mejor herencia para el futuro de nuestra sociedad. ¡Enhorabuena!