Mérida y su modelo de crecimiento

Mérida se enfrenta hoy al enorme reto de revertir su desordenado modelo de crecimiento, sin conectividad e inequitativo, al que se ha sometido los últimos 25 años.

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El espacio urbano de cualquier ciudad no es más que un nuevo medio ambiente adaptado a las necesidades de quienes lo habitan, adaptación que modifica las condiciones naturales del suelo, el clima y los recursos hidráulicos, así como las especies animales y vegetales que en él radican. 

Los ecosistemas urbanos, que seriamente modifican las condiciones naturales del medio ambiente, se caracterizan por la elevada producción y el consumo de energía secundaria; la gran importación y exportación de materiales y la generación de una enorme cantidad de residuos de todo tipo, así como la contaminación de aire, suelo y agua, y el desarrollo de microclimas diferentes a los que existían, cuyas características se modifican por el aumento de la temperatura y descenso de la humedad relativa respecto a los terrenos circundantes.

Es decir, las ciudades son una especie de islas térmicas, cuyas características reflejan la incidencia de los cambios de usos del suelo debidos a la pavimentación, construcción de vivienda y todo tipo de edificaciones, así como drásticas afectaciones al ciclo hidrológico a causa del consumo del agua, la generación de aguas residuales y la modificación de las condiciones de permeabilidad, además de los cambios debidos a la modificación y eliminación de las poblaciones vegetal y animal. 

A este contexto hay que sumar el incremento del ruido, que alcanza niveles muy superiores a los del entorno natural, siendo sus principales fuentes el tráfico, las fábricas y las obras, y, finalmente, los enormes y permanentes cambios en el paisaje a causa de la deforestación, sustituyendo la vegetación natural por elementos artificiales que inciden fuerte e irreversiblemente en la calidad ambiental.

Mérida se enfrenta hoy al enorme reto de revertir su desordenado modelo de crecimiento, sin conectividad e inequitativo, al que se ha sometido los últimos 25 años; el medio ambiente urbano que hemos generado es una enorme isla de calor carente de espacios verdes y con una infraestructura costosísima e ineficiente. Es urgente acordar, sociedad y gobierno, un programa de desarrollo urbano con una visión de 25 años que nos permita subsanar los grandes problemas que día a día se incrementan en la ciudad.

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