México: la hora de la solidaridad

Hoy, los mexicanos se movilizan también, con una ejemplar generosidad, para ayudar a esos compatriotas suyos, cientos de miles de ellos, que han padecido los embates de las tormentas tropicales.

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El surgimiento de la llamada “sociedad civil”, según parece, se debió al vacío dejado por el Estado durante el terremoto de 1985. Los ciudadanos, de pronto, se reconocieron a sí mismos en la acción solidaria y descubrieron la capacidad que tenían para organizarse colectivamente. De ahí comenzaron a derivarse movimientos más o menos espontáneos que terminaron por allanarle el camino a una oposición de izquierda que no ha dejado de gobernar en la capital de la República. De ahí, también, el fortalecimiento de los grupos de activistas, de las ONG y de unas minorías que, a diferencia de lo que ocurre en otros puntos del territorio nacional, ejercen sus derechos con mayor plenitud.

Hoy, los mexicanos se movilizan también, con una ejemplar generosidad, para ayudar a esos compatriotas suyos, cientos de miles de ellos, que han padecido los embates de las tormentas tropicales que azotaron al país en sus dos litorales: gente que, en estos mismos momentos, no tiene techo ni comida y cuyo futuro parece tan incierto como sombrío.

Es, dentro de la adversidad, una circunstancia emocionante. Porque, señoras y señores, no hay nada tan conmovedor como el gesto del que ayuda, de ese individuo que, al saber de la desgracia que afrontan sus semejantes, se siente concernido y la asume como una responsabilidad propia siendo que, en la práctica, el infortunio ajeno no le afecta ni trastorna su cotidianidad.

Son, creo yo, momentos esperanzadores para una nación que, una vez más, se mira en el espejo y descubre su propia humanidad. Y esto, a pesar de las divisiones. Y, sobre todo, por encima de la política. El tiempo dirá si nuestro espíritu ciudadano sale más fortalecido de esta experiencia. 

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