México le debe un homenaje a Adolfo

Estados Unidos fue a la calamitosa guerra sin el visto bueno de la ONU. Un capítulo luminoso para la diplomacia mexicana.

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Ahora que el gobierno habla de volver a hacer de México un actor global, valdría la pena que reflexionara sobre el único momento de verdadera grandiosidad global en décadas: el no a Estados Unidos en la guerra de Irak, que mañana cumple diez años de iniciada.

No era cualquier cosa confrontar a Washington tan cerca de los atentados del 11 de septiembre de 2001. El gobierno mexicano lo supo hacer, en buena medida gracias a un artífice que articuló un discurso y lo plantó en el centro de la diplomacia internacional: Adolfo Aguilar Zinser, embajador en la ONU y en esa temporada presidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Aguilar Zinser delineó una política que llamaba de los tres principios y explicaba así: “Uno, pedimos una solución pacífica; dos, pedimos la legalidad internacional; tres, estamos por la decisión multilateral, porque ninguna decisión debe estar por encima de las Naciones Unidas”.

Así se impuso. Estados Unidos fue a la calamitosa guerra sin el visto bueno de la ONU. Un capítulo luminoso para la diplomacia mexicana que, en una situación extraordinaria, actuó con tino.

Diez años después puede afirmarse que no se pagó mayor costo por aquella decisión que puso a prueba la relación. No hubo crisis con Washington ni represalias.

Nadie en la diplomacia mexicana, por cierto, reivindicó ni reivindica aquella gesta. Y menos a Aguilar Zinser, el hombre que tuvo la grandeza de acertar cuando acertar era muy importante.

Defenestrado por Vicente Fox, Adolfo moriría en un accidente de carretera a mediados de 2005. El Estado mexicano le debe un homenaje.

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