México ya fue privatizado
México ya ha sido totalmente privatizado. Está en manos de grupos corporativos como los sindicatos y las mafias de transportistas.
Vivimos en un país de flagrantes contradicciones. Prácticamente no se puede echar mano de un calificativo para reseñar cualquier posible escenario nacional sin que, en automático, te brinque otro que consigna una realidad diametralmente opuesta. Miren ustedes, para mayores señas, de qué suelen ir las jeremiadas de los obtusos seguidores de ya-saben-ustedes-quien: denuncia, esa gente, el carácter “autoritario” y “represor” del régimen que nos gobierna (por no hablar de las lindezas que le soltaban, en su momento, al gobierno del “espurio”).
Pues bien, reflexionemos un poco: ¿hay “represión” en un país donde puedes cerrar carreteras a tu antojo, apedrear alegremente policías, destrozar el mobiliario urbano, hostigar abiertamente a los miembros de las fuerzas armadas, paralizar la actividad económica, malograr proyectos productivos y dejar a los niños sin clases sin que intervengan, en momento alguno, las autoridades y esos cuerpos policiacos cuyo mandato constitucional, entre otras atribuciones perfectamente legales y legítimas, es el mantenimiento del orden público? Pues, vaya “autoritarismo” tan blandengue el que padecemos en México.
También nos jactamos de promover un espíritu estatista-colectivista-nacionalista-soberanista invocado fieramente cada vez que la sacrosanta entelequia del “petróleo de todos los mexicanos” viene a cuento pero que, en los hechos, no es más que hueca palabrería porque si hay un país escandalosamente privatizado en el mundo, ése es el nuestro.
Díganme ustedes si la venta de plazas del Estado, como si fueran propiedad personal a perpetuidad de quien las ocupa, no es la más palmaria muestra de que lo público —es decir, todo aquello que pertenece de manera general a una comunidad y que debiera servir al beneficio común— ha sido confiscado por algunos individuos privilegiados. Y si cualquiera de esos cargos los puedes heredar a la parentela, pues entonces ya no le pertenecen a “todos los mexicanos” sino que han sido, con perdón, privatizados —ésa mera es la palabra— aunque las propagandas y los discursos nos digan todo lo contrario.
Naturalmente, tamaño decomiso de los bienes colectivos de la nación no puede ser siquiera insinuado: por el contrario, ha sido absolutamente necesario actuar con alevosía y ventaja para engatusarnos a todos aquellos que, sin que nos toque una tajada del pastel, debemos creer, a pies juntillas, el cuento de que Pemex nos pertenece o tragarnos cualquier otra historia, como la de que las retribuciones y privilegios de los maestros, esos mismos que trafican con los puestos de trabajo del Estado, son más importantes que
los derechos de los niños mexicanos.
México ya ha sido totalmente privatizado. Está en manos de grupos corporativos como los sindicatos y las mafias de transportistas; su riqueza la administran jubilosamente amiguetes y familiares de politicastros; los contratos los obtienen empresarios coludidos con el poder. Digo…