Todos los que tenemos cuentas en las redes sociales desde algún tiempo sabemos la responsabilidad (sino es que el miedo) de emitir una opinión o posición sobre algún tema en los sitios, sobre todo cuando no es lo socialmente aceptado, porque quedamos expuestos a los juicios de los otros. Sin embargo, hacerlo siempre es decisión de uno cuando se trata de nuestra vida privada.

Pero ahora la tendencia es la “denuncia ciudadana” de personas que cometen imprudencias o delitos, seguido de la petición de que se comparta el contenido para enjuiciar al señalado o señalados.

En un artículo titulado “El uso de las nuevas tecnologías y la incitación al acoso”, publicado en la revista electrónica Replicante, el periodista Luis Castrillón plantea que esa actitud muchas veces desemboca en acoso, y como ejemplo pone las #ladys y #lords de los que se ha hecho escarnio en este país. “Nos hemos convertido en monitores de la actividad pública”, dice.

El acoso es algo muy serio porque es un maltrato en el que se invade la privacidad y que puede causar daño moral o psicológico e incluso puede afectar a familiares de las personas expuestas. En lo particular recuerdo el caso que cita el texto, de una joven mujer de Guanajuato que intentaba sobornar a unos policías para evitar ser detenida por conducir en estado de ebriedad y chocar y que se hizo viral porque fue retomado por los medios masivos de comunicación.

Vi comentarios de todo tipo, desde personas que pedían información privada de la mujer, como su cuenta personal de Facebook y dirección, hasta insultos y piropos. 

El artículo también menciona a manera de crítica que el que los medios retomen estos asuntos significa que su  agenda está determinada por las audiencias, pero ello es otro gran tema del que hablaremos luego.