Mirar sin ver

La condición de naturalidad de la pobreza más atroz se funda en no verla.

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Entre todos, es un nuevo talk show de la televisión española. Se basa en exhibir a personas que la crisis económica ha dejado en la miseria, quienes a cambio de ofrendar al morbo público los más amplios e íntimos detalles de sus sufrimientos, obtienen ayuda material de la audiencia, tanto para resolver sus necesidades personales más inmediatas y apremiantes, del tipo de comida o medicinas, como para echar a andar algún negocio de auto-empleo -emprendimiento, que se dice en yupiñol- tal como una carpintería o una dulcería.

Con todo, las historias que se cuentan pueden estrujar el alma y revelan el impacto que en las personas ha dejado la recesión.

Reflexionado sobre este tipo de programas me he venido preguntando cómo funcionaría uno del mismo corte en México.

En España, los casos que se muestran captan la atención del público porque se ligan a una situación crítica que está en el centro del debate social. Muchas personas en la audiencia se identifican con quienes narran su historia, porque han vivido o visto de cerca cosas parecidas, o porque ven a personas semejantes a ellas mismas atravesar padecimientos que nadie querría para sí.

Creo que el programa no tendría el mismo éxito en México, al menos por dos razones. Primero, porque en nuestro país la miseria no es resultado de una crisis, ya ni siquiera la secuela de varias de ellas, sino el producto funcional natural del modelo económico vigente. En consecuencia, ni es temporal y ni está en un lugar central del debate social.

La vida de los miserables no es noticiosa, pues son millones y están por todos lados. Esa sería la segunda razón para el fracaso del programa. La condición de naturalidad de la pobreza más atroz se funda en no verla. Ahí está, pero hemos logrado no ponerle atención, no pensar en ella y, muy especialmente, no identificarnos con sus portadores. Que ellos sean mayormente morenos ayuda mucho en este proceso.

Pero a pesar de todo la pobreza masiva está aquí. Con sus grandes dosis de dolor, pues no es verdad que nadie se acostumbre a vivir así, o que en la miseria se pueda construir una vida plena. Esos padecimientos de algunos que conmueven hasta las lágrimas al público español son la vida rutinaria de sesenta millones de mexicanos.

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