“Ya éramos muchos y la abuela parió”. Este dicho puede sintetizar esa fascinación que tenemos los seres humanos de crearnos más problemas cuando aún no hemos resuelto los que ya de por sí nos agobian.

Esto podría aplicarse hoy al PAN nacional. A los problemas existentes se añade la imprudencia –por decir lo menos– de su líder nacional de hacer pública en los medios su decisión de destituir a su coordinador senatorial sin siquiera guardar la forma de informárselo antes al afectado y a sus senadores.

A un dirigente en lo interno le toca aglutinar y no dispersar: “Ser yunque y no martillo”, diría uno de sus fundadores. Pero también es cierto que ante la imprudencia toca a todos los liderazgos la cordura.

Las descalificaciones mutuas sólo llenan primeras planas, hacen relamerse los bigotes a los adversarios de afuera y dañan el alma panista.

En el fondo el problema no es la pertenencia a un grupo interno. Tampoco lo es si se apoyan -junto con el gobierno- reformas buenas para México, toda vez que en su historia el PAN se ha comportado responsablemente  en este sentido aplicando su precepto de que “el interés nacional está por encima de los intereses parciales”.

Ha faltado unidad de propósito. Unidad que no se construye en la decisión autoritaria sino en la discusión razonada que busque el bien nacional sin posiciones obstruccionistas pero tampoco con posiciones complacientes con quienes siguen gobernando antidemocráticamente. Decisiones  internamente dialogadas y compartidas que busquen lo mejor sin perder la  identidad y el propósito propios.

Momento difícil para el PAN pero algo bueno vendrá de todo ello si hay capacidad de asimilación. Por el bien de México ayudará una actitud sin linchamientos y ordenadora de la militancia panista que responsablemente siga construyendo el destino y relegue este mal episodio errónea e  imprudentemente construido. Ánimo.