Mona Lisa fuera de lugar

Así era ella. Asesina en las sombras, y escapista de tardes para dos; ella esperaba por amaneceres para toda la vida.

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Cambió una mirada dulce por una sonrisa lasciva que invitaba a los siete pecados capitales y a otros que aún no se descubrían todavía. Invitaba a la noche, al vino y a un deseo desgarrador, y nunca lo lamentó.
Se reía, con una risa que despertaba la curiosidad del infierno y cerraba con hierro las puertas del cielo.

Así era ella. Asesina en las sombras, y escapista de tardes para dos; ella esperaba por amaneceres para toda la vida, de los que no se comparten, de los que no se olvidan, de los que hay que escribir palabras bonitas.

Pero se quedó sin luz, sin sombra, inmortalizada dentro de lo efímero, con una sonrisa a medias, como una Mona Lisa en la galería equivocada, se quedó asustada, con la sonrisa congelada, con la mirada dulce apagada.

Se quedó a medio beso del amor verdadero, vendida, subastada a la tercera voz, rendida, para volverse de colección, perdida, en alguna vitrina bañada en penumbra, utilizando ligueros a modo de grilletes, cambiando destellos de perfume sobre su cuello por destellos de fustas sobre su cuerpo, pero ya no le importó.

Se convirtió en los interminables silencios que a gritos la esclavizaban, pero esta noche, esta misma noche, entre besos confundidos, terminará por cerrar el trato, intercambiando su cuerpo por un poco de olvido.

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