¿Monopólico y preponderante, yo?

En México nuestros grandes grupos monopólicos se niegan rotundamente a reconocerse como tales, renegando de algo que les debería ser natural, la preponderancia.

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Ya no se sabe si el Mundial contagió a la política mexicana o si fue la polaca nacional la que contagió al Mundial, pero de lo que hay certeza jurídica es que algo está podrido en Dinamarca.

De la misma manera en que las selecciones históricas de Alemania y Francia se niegan a aceptar su preponderancia en las vísperas de su enfrentamiento de cuartos de final en una especie de ejercicio absurdo de humildad profesional, en México nuestros grandes grupos monopólicos hacen lo propio al negarse rotundamente a reconocerse como tales, renegando de algo que les debería ser natural, la preponderancia.

Algo incomprensible si pensamos que tanto teutones como galos llevan siglos en pie de guerra para demostrar sin artículos transitorios de por medio que son unos mejores que los otros, como para que horas previas a ese partido fundamental, quieran cederle a la competencia el lugar de privilegio dejando al público conocedor más desconcertados que aquellos que verán sus autos viejos convertidos en chatarra gracias dos grandes humanistas, Tania Muller y el doctor Mancera.

(Al parecer nadie les avisó que su noble intención de salvar a los chilangos de convertirse en mutantes —como si no lo fuéramos ya— con este Hoy no Circula orwelliano, el patrimonio automovilístico se irá al averno pues en cuanto entre en vigor la medida se devaluarán más que el dudoso prestigio de Catémoc de la Torre, señor de los Topo Gigios en el PRI-DF, quien por cierto dicen que está cilindrando a algunos de los promotores de las movilizaciones contra el GDF. Ya ven, por darle vida como a los holandeses).

Y lo de los monopolios es un caso ya no digamos freudiano o jungiano, sino necesariamente jodorowskiano porque para cumplir con su cometido de despojarse la etiqueta de depredadores dominantes son capaces incluso de vivir en la clandestinidad como monopolios de clóset. Seguro es un problema no de recurso, sino de autoestima. Un padecimiento al que no ayudan a resolver con sus actitudes el gobierno federal y los partidos políticos que se la pasan negándolos como si ni siquiera tenían que eran monopolios de a deveras y mucho menos de que estaban afectados gravemente de la parte de su preponderancia más cercana a la cartera. 

No se vale.

Esto es una emergencia, así que en vez de raparse como Mireles deberíamos de apoyar a los pobres monopolios aunque sea con libros de autoayuda y de superación personal para que no sufran como los mexicanos por un penal.

Todo esto es como jugar Monopoly, y de pronto, cuando vas ganando declararte comunista... pero de altos ingresos. O sea, we.  

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