Es mucho tango

La gente tiende a minimizar los grandes problemas mundiales y de sus propias naciones para irse a lloriquear cuestiones deportivas que, la neta, son totalmente intrascendentes.

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Los seres humanos somos chistosos por naturaleza. No precisamente por ser divertidos, jocosos o por participar en programas piteros, dizque cómicos, como varios de conocido canal mexicano. Chistosos porque, en vez de llamar a conciencia los grandes problemas sociales del mundo, tales como las matanzas en Estados Unidos, Europa y Medio Oriente, y en su variante mexicana, los desastres que ejecutan los “flojesores” de la sección 22 de la CNTE en “Guajaca”, preferimos lamentarnos por la debacle de Argentina y del astro Lionel Messi en la final de la Copa América Centenario.

Insisto: la gente tiende a minimizar los grandes problemas mundiales y de sus propias naciones para irse a lloriquear cuestiones deportivas que, la neta, son totalmente intrascendentes. Tendrán su importancia casera pero nada para suicidarse. Por ejemplo, es más lamentable la muerte de Cassius Marcelus Clay o Muhammad Alí, considerado el boxeador más notable y mediático de todos los tiempos, “el más grande”, como el mismo solía llamarse, por su lucha contra el racismo y su negativa a acudir a la guerra que Estados Unidos sostenía con los comunistas de Vietnam y su líder Ho-Chi-Min. Al final, Vietnam les ganó los plomazos y la diplomacia a los ahijados del imbécil de Donald Trump e, irónicamente, años después, los vietnamitas invadieron comercialmente a los “yunaites”.

Después del anterior dato anecdótico, habría que ver la realidad de las cosas. El fútbol es, a nivel mundial, el deporte más visto y consumido por millones de espectadores y, por supuesto, una estrella millonaria como Messi es seguida por hordas de aficionados y fanáticos que se desgarran las vestiduras por el célebre “10”, quien, a sus 29 años de edad recién cumplidos, ya experimentó en carne propia los éxitos y fracasos de una profesión como lo es ser futbolista de los meros buenos y que, sin lugar a dudas, al término de su carrera pasará a formar parte del templo de los dioses del balompié.

Pero, a todo esto, ¿la derrota de Argentina y el penal fallado de Lionel es motivo para que se acabe el mundo? Por favor, no hay que bailar tanto tango. Pero los seres humanos no paran de lamentar que los orgullosos “ches” y su exquisito jugador hayan fallado a la hora buena y que Chile, una escuadra esforzada y defensora del título conquistado en 2015 ante los propios paisanos de Eva Perón, les haya dejado correr el picante.

PRIMERA CAIDA.- En lugar de la derrota argentina, ¿no sería mejor enviar nuestros mejores deseos para que acaben las matanzas terroristas en Medio Oriente y los balazos escolares en Estados Unidos?

SEGUNDA CAIDA.- En vez de tratar de consolar a Lionel Messi, ¿por qué mejor no pedir que el gobierno mexicano asuma su responsabilidad y acabe con las protestas de una minoría de maestros acostumbrados al chantaje, a la grilla y, ahora, hasta al crimen?

TERCERA CAIDA.- Señores y señoras: abran los ojos. El fútbol es un pasatiempo, sólo eso. Por mí, Messi se puede ir a donde ya saben.

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