Mujeres trabajando

El derecho al descanso laboral de las madres es una herramienta del conjunto de la sociedad para mejorar las condiciones de su desarrollo humano.

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En diciembre se cumplirán 40 años de la reforma constitucional que hizo obligatoria la licencia de maternidad durante las seis semanas anteriores y las seis posteriores al parto. 

El derecho al descanso laboral de las madres es una herramienta del conjunto de la sociedad para mejorar las condiciones de su desarrollo humano, no solamente económico, compensando en alguna medida las desigualdades que más afectan a las mujeres. 

Dejar temporalmente el trabajo conservando el salario permite a las madres enfrentar el exigente momento humano de recibir a un hijo, disponiendo de tiempo suficiente -si es que esto es posible- para su debida e ineludible atención, así como para lograr, al menos parcialmente, la propia recuperación emocional, mental y física, sin la cual la reincorporación al trabajo se vuelve penosa y poco eficaz, y propicia consecuencias negativas tanto para la salud como para la estabilidad familiar.

La satisfacción por lo logrado en relación con los derechos de las madres no puede ser hoy sino la base de las preocupaciones por lo pendiente. Siendo las actuales licencias un importante logro social, es el momento de reconocer que son insuficientes. En un plazo de seis semanas, la sola recuperación física, dejemos de lado otros factores menos evidentes, es imposible, por lo que al reiniciar la actividad laboral prematuramente las mujeres aumentan sus riesgos de salud, incluso en el largo plazo. 

Algo semejante ocurre con las necesidades básicas del neonato, como la cercanía física de la madre y el amamantamiento, que al quedar insatisfechas pueden tener consecuencias físicas y emocionales de distinta importancia, a veces irreparables. Estos problemas afectan sin duda a madres y a hijos, pero por sus consecuencias alcanzan directamente espacios tan diversos como la familia, la productividad de las empresas, los costos de la educación y la salud pública.

Una auténtica celebración de los 40 años de esta prestación laboral sería aumentar la duración de las licencias de las doce semanas actuales a dieciocho, permitiendo al menos tres meses de amamantamiento, lejos aún de lo ideal.

Si las feministas profesionales ponen en ello la mitad del empeño que pusieron en aumentar al 50% su cuota en los cargos electivos, está hecho.

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