Muriendo en cuarto menguante
Hoy en su silencio encuentro retazos de mí en donde antes encontraba sus brazos.
Antes de desaparecer de mis sueños, de mi vida, de mis brazos, antes de llevarse consigo esa sonrisa fácil y despreocupada, ese andar pausado, esa mirada infantil, uno a uno se fueron cayendo mis besos de su cuerpo, como pétalos marchitos, que adoloridos, caían hasta sus pies, reclamando la eternidad.
Y uno a uno dejé de existir, reduciéndome a besos sobre el suelo y a palabras de amor disfrazadas de fuego, que incansables fueron asfixiando el aire, que incansables me fueron consumiendo.
Hoy en su silencio encuentro retazos de mí en donde antes encontraba sus brazos. En lo que antes fue la vida, me voy resbalando, cayendo de rodillas, con algunas palabras escritas sobre la piel, formando una poesía, bajo el susurro de una vela, sin su sombra.
Me quedo entre líneas, con mi colección de romances, me quedo mirando en silencio el cuarto menguante que grita su nombre y su poesía, me quedo con un nudo de palabras, me quedo a dos segundos de la eternidad, me quedo al filo de una noche inmortalizada con su nombre. Me quedo muriendo, con el amor escondido entre los labios.