Navarrete y Ebrard

La dificultad es mayor en el proceso de renovación de la dirigencia del PRD respecto al vivido por el PAN: a pesar de su pretensión originaria, la democracia interna ha sido un fracaso rotundo.

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Los partidos políticos, todos, generan en su interior un sentido propio de la realidad. Para eso están, luchan para ganar o mantenerse en el poder a partir de una visión propia y diferenciada. En condiciones excepcionales sus exigencias son mínimas, como es hacer de la alternancia el objetivo, quien quiera que gane y sea el candidato. 

Pero también los partidos deben resolver la competencia interna. Ya se ha dicho, los partidos mexicanos han logrado transitar a la democracia, pero difícilmente la democracia ha transitado en su interior.

En la renovación de dirigencia, el PAN tuvo un buen proceso; una participación amplia, un ganador con clara ventaja y, lo más importante, el reconocimiento del resultado por el no favorecido. El PRD anda en lo mismo, pero la dificultad es mayor; a pesar de su pretensión originaria, la democracia interna ha sido un fracaso rotundo. 

La salida ha sido lo plebiscitario y así ha resuelto las candidaturas presidenciales. Ahora, la amenaza no es interna, tampoco viene de sus adversarios históricos, el reto de ahora es Andrés Manuel López Obrador y su partido/movimiento, Morena.

Los buenos instintos de la dirigencia del PRD han llevado a recurrir a la figura histórica de Cuauhtémoc Cárdenas para mantener la cohesión. El objetivo se ha alcanzado especialmente para proyectar oposición a la reforma en el sector de energía. No queda claro que Cárdenas pretenda luchar por la dirigencia, sí a ser el factor de cohesión y para ello llegar a la presidencia del partido sin disputar y, por lo mismo, sin contienda; como han llamado en el PRI, candidato de unidad.

El grupo en el poder tiene otra idea. Desde hace tiempo apuntala a Carlos Navarrete, ex legislador y ex funcionario del gobierno de Miguel Ángel Mancera. Es el mejor y más habilitado del grupo. Por su parte, Marcelo Ebrard, en condiciones de dificultad creciente, ha reiterado su interés de llegar a la dirigencia. A pesar del balance positivo sobre su gobierno en el DF y de su prestigio fuera del partido, la competencia es dispareja, aun cuando se ha tomado la inteligente decisión de involucrar al INE en la organización del proceso interno.

El tiempo se le ha venido encima a Ebrard. No solo por el distanciamiento entre él y Mancera; tampoco por el escándalo de la Línea 12 del Metro. Ebrard no entendió que construir grupo desde el poder es un engaño; quien lo ejerce no es la persona ni el proyecto, sino quien firma nombramientos, concede permisos y ordena pagos y ese personaje muda de nombre. 

Aunque en perspectiva es la mejor opción frente a AMLO, Ebrard está solo y su compromiso con el PRD es precario, como lo fue con el rosario de partidos en los que ha militado (PRI, PVEM, PCD). Si se lo propone sí será candidato presidencial en 2018, pero por un partido menor en búsqueda de votos. Ahora mismo sobra, entre los pequeños, quien quiera servirse de su reputación.

Es posible que Ebrard decline la candidatura o que realice campaña a valores entendidos. En tal caso su destino puede ser la coordinación del PRD en la Cámara de Diputados, posición que le daría visibilidad y presencia. Con Carlos Navarrete en la dirección nacional y Miguel Barbosa en el Senado sería un buen equipo, el mejor en la historia del PRD y sin la interferencia de una figura carismática o con poder personal como ha sucedido en el pasado.

El PRD requiere del PAN para contener la amenaza de Morena, aunque en el largo plazo se dibuja la necesidad de suscribir la candidatura de López Obrador para 2018. Para 2015, la izquierda estará dividida precisamente porque el PRD cambió las reglas conjuntamente con PRI y PAN para aniquilar a los partidos pequeños. Morena está impedido para celebrar coaliciones y el PT y Movimiento Ciudadano requieren de candidatos propios y una estrategia diferenciada para alcanzar 3% de los votos. 

En el ámbito local, el objetivo es recuperar Michoacán y tiene un buen candidato, Silvano Aureoles, pero también el desprestigio que le dejaron seis años de pésimo gobierno. También puede ganar Guerrero, Armando Ríos Piter es la opción natural, pero el gobernador Ángel Aguirre es impredecible y tramposo, y él quiere a uno de los suyos.

Ebrard y Navarrete son opciones que dibujan el difícil futuro del PRD. El error de no defender a sus aliados en la ley, ahora se le revierte. Aunque Ebrard tiene lo suyo, Carlos Navarrete por mérito y condición coyuntural ganaría con abrumadora ventaja. 

La duda es si Ebrard está dispuesto a jugar en equipo, lo hizo con Manuel Camacho y, en su momento, con López Obrador, pero fue en condiciones de subordinado, no de igualdad. Interesante contienda que, a diferencia de la del PAN, lo de menos serán los votos.

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