Gabriel García Márquez afirmaba que los síntomas del cólera son bastante parecidos a los del amor, de ahí el título de su famosa novela. El escritor se refería a estragos como la pérdida del apetito, la sensación intensa en el estómago la cual produce vómitos y  la resistencia de la bacteria, que una vez alojada en el cuerpo provoca deshidratación. En el caso del amor, la deshidratación ocurre directamente en el alma.

Con esta apreciación del colombiano resulta mucho más fácil comprender por qué en nuestros tiempos persiste el tonto pensamiento de la negación hacia el amor, y de erradicar su presencia tal y como se haría con una epidemia colérica. 

Vivimos inmersos en la sociedad del #Éxito, la #ActitudPositiva, la #VidaSaludable y demás construcciones enfocadas al individualismo, lo que el filósofo Gilles Lipovetsky llama narcisismo contemporáneo, y que se manifiesta al formar barreras contra todas las cosas que pudiesen decepcionarnos, entre ellas el amor.

Lo anterior desencadena actitudes como la promiscuidad, el “cool sex” y todo aquello que implique relaciones sin sentimientos; y que al final tienen como consecuencia una permanente soledad y vacío existencial, bastante común en nuestro tiempo. 

No sé, pienso. Quizá de vez en cuando valdría la pena vivir lo mismo que Florentino Ariza, ese extraño personaje de “El amor en los tiempos del cólera”: noches sin dormir dando vueltas en la cama, respiración arenosa y los sudores pálidos propios de los moribundos; es decir, gozar de aquel martirio que el amor provoca.