Negligencias
Los legisladores, por ser trabajadores federales, deberían acogerse a su derechohabiencia en el Issste y mucho ayudaría que cuando menos visitaran esta institución para conocer de cerca los problemas por los que pasan los trabajadores del Estado.
La senadora Mariana Gómez del Campo pidió en el Senado la semana pasada hasta seis años de cárcel y dos años de suspensión de la licencia profesional para los médicos que “se negaran a atender” a mujeres en trabajo de parto, en vista de que los medios de comunicación informaron que algunas mujeres habían dado a luz en las afueras y los baños de los hospitales.
Adujo que esta medida reduciría la impunidad y desalentaría esta práctica (sic). Criminalizar y declarar guerras son resabios del sexenio pasado que no resolvieron nada.
El médico es el último eslabón del sistema de salud, que mucho deja a desear, por insuficiente, por el desabasto, por la voracidad de algunos funcionarios administrativos y sindicales -de la que también los medios han dado cuenta-, por el enorme crecimiento de la demanda y el escaso incremento de la infraestructura hospitalaria.
En todo esto, los legisladores tienen mucha responsabilidad, pues ellos otorgan los recursos y deberían observar su buen uso, pero muy poco les importa, ya que ellos y sus familiares gozan de un generoso seguro de gastos médicos mayores – 15,000 salarios mínimos-, otorgado por ellos mismos y por supuesto a cuenta de los contribuyentes.
Los legisladores, por ser trabajadores federales, deberían acogerse a su derechohabiencia en el Issste y mucho ayudaría que cuando menos visitaran esta institución para conocer de cerca los problemas por los que pasan los trabajadores del Estado que carecen de privilegios, pero, si se atendieran en esta institución, entonces seguramente legislarían para corregir y mejorar sus servicios de salud; otros legisladores presumen que las instituciones de salud de México son grandes logros de la Revolución y, aun así, no son dignas de sus altas investiduras, porque siguen tratándose en hospitales del vecino país del Norte.
Para poder atender un parto en un hospital se requieren cuando menos siete años de preparación después de la preparatoria y once para realizar una cesárea; para ser legislador basta con tener un buen padrino. Los salarios mensuales son injustamente contrastantes: veinticinco mil pesos después de impuestos para un médico especialista y casi ciento cincuenta mil pesos para un legislador más otra cantidad en bonos. La negligencia del médico pone en riesgo una vida y la del legislador muchas, por eso también debería tipificarse la negligencia legislativa.
Antes de criminalizar la “falta de atención”, la senadora debió analizar todo lo que hay atrás de un médico que trabaja en un hospital con carencias, con prolongadas jornadas de trabajo, con una demanda de servicios que supera sus capacidades y unas autoridades que le exigen calidad y calidez, pero que no siempre le dan los recursos suficientes.
Desde luego que hay médicos que deberán ser sancionados por conductas abusivas; pero propuestas como ésta explican por qué el país está a la altura de sus legisladores.