¡Ni que fueran qué o qué!

Nuestros niveles de corrupción nos colocan en lugares de privilegio en una materia en la que siempre nos llevamos la Copa del Mundo.

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Como si no tuviéramos cosas más importantes sobre cuales preocuparnos (o sea, esperar a que la reforma energética y Godot conviertan esta patria en una sucursal de Dubái, donde en el Metro regalan monedas de oro para su aniversario), a los mexicanos les ha dado por clavarse en la corrupción —historia, régimen y estructura—, esa cosa sin nombre que obsesiona al hombre por la lógica del que no transa no avanza.

Mal hecho. Primero porque de la misma manera en que, como diría Bob Marley, sin mujer no hay llanto, sin corrupción seríamos como una flor sin aroma; y segunda porque la corrupción lubrica el motor de combustión interna que nos da rumbo y certidumbre.

En lugar de tronarnos los dedos por la clase de dudas existenciales que tendrían que resolvernos en Los Pinos, cosas del tipo ¿de qué color es la piel de Dios?, acá estamos preocupados por los nuevos millonarios hechos al vapor de la venta de garaje de Pemex, amparados en el mundo de caramelo del fracking o dedicados a los procesos de estimulación temprana de la preponderancia en materia de hidrocarburos que, si no llegan en 30 minutos como las pizzas, son gratis.

Digo, solo porque Fox ya está juntando capitales golondrinos para hacerse de dos o tres pocitos, y una pléyade de ex góbers, funcionarios y prestanombres están prestos a entrarle a estas festivas danzas electro-petrolíferas, no quiere decir que sea el sexenio de Carranza. Se trata de un bonito grupo de compatriotas emprendedores que sí saben cómo hacerla.

Si ya nos dijeron que no nos preocupemos, que el blindaje contra la corrupción comenzará a funcionar cuando Grupo México deje cual manantial de agua Evian los ríos que ha dejado en calidad beneméritos estercoleros, ¿por qué nos ponemos tan neuras?

La corrupción, diría el licenciado Peña, es parte de la condición humana, claro, aunque hay unos más humanos que otros.

Ni modo que México se esté convirtiendo en una mala imitación de las películas de Luis Estrada, de La ley de Herodes a La dictadura perfecta. Por supuesto que no. Sería como creer que la idea del PRI de hacer una consulta para reducir el número de diputeibols plurinominales, sea nomás para darle en la torre a la otra consulta contra la reforma energética.

¡Ni que fueran qué o qué!

Además, nuestros niveles de corrupción nos colocan en lugares de privilegio en una materia en la que siempre nos llevamos la Copa del Mundo y nunca nos deja en el quinto partido.

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