Niños mexicanos educados por vándalos

A los mentados alumnos no se les ha ocurrido mejor estrategia que comenzar a fastidiar a los otros ciudadanos de Oaxaca y han bloqueado, anteayer, un centro comercial donde, encima, perpetraron destrozos y saqueos.

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Alumnos de no sé qué escuela normal del dadivoso y desprendido estado de Oaxaca exigen que al terminar sus comodones estudios les sea otorgada, en automático, una plaza laboral y poder así resolver, sin agobios innecesarios, los fastidiosos problemas que debemos afrontar el resto de los comunes mortales —competir por un puesto, someternos a exámenes de admisión, pasar períodos de prueba y, desde luego, tocar primeramente muchas puertas para, las más de las veces, ni siquiera ser considerados— cuando pretendemos comenzar a ganarnos la vida honradamente.

Pero como las supremas autoridades de la antedicha entidad federativa, así de complacientes y de blandengues como ya son, no parecen demasiado dispuestas a darles gusto, pues entonces a los mentados alumnos no se les ha ocurrido mejor estrategia que comenzar a fastidiar a los otros ciudadanos de Oaxaca y han bloqueado, anteayer, un centro comercial donde, encima, perpetraron destrozos y saqueos.

¿Y qué hicieron la policía y los encargados de mantener el orden público?, se preguntarán ustedes. Hay que reconocer que estuvieron bien presentes en el lugar de los hechos, lo cual nos habla de su propósito, en verdad encomiable, de mostrar que vivimos en un país de leyes y certezas jurídicas. Pero el problema es que no movieron ni un dedo; vamos, ni pestañearon  cuando los señoritos estudiantes lanzaron piedras, rompieron los escaparates de un comercio de teléfonos celulares y hurtaron varios aparatos (supongo que podemos considerarlo una suerte de acto de justicia compensatoria).

¿Órdenes de aprehensión? ¿Denuncias? ¿Acciones de la fiscalía del estado? Nada. A esa gente no hay que incomodarla ni ponerle límites. Es más, ya protestaban porque en alguna algarada anterior ciertos de sus miembros sí fueron sancionados penalmente. O sea, que van primeramente de pedigüeños insolentes a los que hay que gratificar por fuerza y, cuando se les pasa la mano y se ponen violentos porque no se sienten debidamente recompensados, entonces hay que perdonarles sus transgresiones, faltaría más.

Lo asombroso es que estos vándalos van a educar a… ¡los niños de nuestro país! Sin comentarios… 

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