No bastan las buenas intenciones
Pero si van a rescatar, cuidar, ¡educar! a niños, ¿cómo es posible que entre los constituyentes a ninguno se le exijan estudios específicos para desempeñar esa tarea?
Una lectora, que parece saber de lo que habla y prefiere no se divulgue su identidad ni dónde trabaja, escribe:
El caso de Mamá Rosa es lastimoso, no por ella sino por los niños que albergaba. Pero, ¿y las criaturas? Es increíble la forma en que personas sin preparación alguna como educadores (desde agentes de seguros hasta, sin ofender, amas de casa) se acercan a fedatarios para que soliciten la autorización ante la Secretaría de Economía y constituir casas hogar y/o de asistencia para menorcitos de edad.
Pero si van a rescatar, cuidar, ¡educar! a niños, ¿cómo es posible que entre los constituyentes a ninguno se le exijan estudios específicos para desempeñar esa tarea?
La autoridad debiera impedir que posibles charlatanes y vividores aprovechen la oportunidad para hacerse de dinero fácil por medio de donativos de particulares, de otras asociaciones y hasta de algunas dependencias gubernamentales.
De las que tuvo la señora Verduzco para fundar La Gran Familia no hay por qué dudar, pero de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno…