No es buena noticia

Regodearnos en restregarle en la cara a Enrique Peña Nieto sus yerros y dislates y burlarnos de él no conduce a nada bueno.

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No puede ser buena noticia para nadie que al presidente de México lo desaprueben 8 de cada 10 de sus gobernados. Con todos los bemoles y asegunes que se le puedan poner a las encuestas, lo que nos dicen las del periódico Reforma y Parametría no puede alegrar a nadie. Por el contrario, nos debe mover a la reflexión porque si al jefe de las instituciones nacionales –como antes se le decía- le va mal, nos va mal a todos.

Regodearnos en restregarle en la cara a Enrique Peña Nieto sus yerros y dislates  y burlarnos de él no conduce a nada bueno. La realidad nos dice que él es el presidente por voluntad de una minoría mayoritaria y según las reglas del juego vigentes en el país.

Claro que más de uno me puede responder que el mismo mandatario se pone para que le peguen y da muchos motivos para la burla y quizá tengan razón. Pero eso no significa que necesariamente tengamos que caerle a memes en moloch y hacerlo objeto de escarnio. Tenemos que darnos cuenta de que si lo torpedeamos sin misericordia en alguna medida nos estamos pegando nosotros mismos. 

Desde luego no soy ingenuo y sé que los tiempos electorales –que en México comienzan apenas terminada cada elección- imponen una feroz batalla que se centra en descalificar al adversario y sobre todo pegarle al gobierno en todos los flancos para hacerlo caer, a veces con mentiras y muchas veces con la verdad, pero aviesamente empleada. Y eso lo hacen todos los partidos: cuando el PRI está en el gobierno, son el PAN y el PRD los que le zumban chévere (Morena no cuenta porque le pega a todos) y al revés, pero suben, cuando han subido los de oposición, y no lo hacen mejor que los desplazados, y éstos le pegan al que llegó. Así vamos en un círculo vicioso de descalificaciones y ataques de unos a otros y nos llevamos a México entre las patas.

En no seguir en ese trágico torneo de descalificaciones y denuestos nos va la vida como país. ¿Seremos suficientemente generosos para entenderlo? Uay, no sé.

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