Debo confesar que últimamente me he sentido como en una telenovela con los actuares políticos.
Primero el alcalde Renán Barrera solicita la aprobación del Congreso para pedir un préstamo de 150 millones para realizar obras públicas. A fin de darle transparencia al empleo de los recursos, formaría un consejo consultivo que auditara su uso y les dijo a los diputados que los iba a invitar a que formaran parte del mismo, cosa que no pasó. 

El diputado Luis Hevia salió a decir que el alcalde era un mentiroso y que no se podía confiar en su palabra, por el engaño y desaire que sufrieron los diputados. 

Como una respuesta a quien exige transparencia, hace unos días, el Ayuntamiento meridano presentó una denuncia contra quien o quienes resulten responsables, que deberán ser de la administración anterior, por faltar a la obligación de salvaguardar los recursos públicos, alegando el presunto desvío de más de 216 millones de pesos. Se presentaron pruebas y ahora el asunto ya está en la Fiscalía del Estado. Hasta ahora nadie ha salido a la defensa, lo cual no sorprende. 

¿Recuerda que hace unas semanas escribí que el Ayuntamiento de Mérida debía buscar otro tema del cual agarrarse, ya que el del paso a desnivel iba a quedar terminado? Ya tenemos reemplazo. 

El PAN seguirá con el tema de la denuncia y el PRI con el tema de la falsa promesa del alcalde, aunque sin duda el primero será más mediático e impactante. Como he dicho siempre, el PAN ya está entrenado para ser oposición, era de esperarse que trajeran este tema a la agenda. 

Ahora, como telenovela en final de viernes, quedan varias preguntas al aire: ¿Qué va a pasar con la denuncia? 

¿El PRI va a sacrificar a alguien de los suyos para terminar con ese tema? ¿A quién? ¿Cuánto va a durar el proceso? ¿Qué tanto van a insistir los panistas y qué otros actores entrarán? Y la más importante ¿Qué tanto va a influir en la gente?

En otros temas, cuando estudiaba, un maestro nos decía que no cualquiera podía ser periodista porque no cualquiera tiene el criterio para serlo. En ese momento me pareció ridículo, ahora no tanto. Lo traigo a colación porque estoy sorprendida con la proliferación de portales noticiosos que ha habido en el estado. 

Siempre he estado a favor de la libertad de expresión y el internet es una herramienta magnífica, pero, a riesgo de ser linchada, no estoy de acuerdo con las nuevas prácticas de dichos portales, que se dedican a cobrarles a los políticos para difundir sus actividades y alabarlos o hablan pestes si no les pagan. ¿Dónde quedó la ética periodística?

Y tampoco se ven bien los políticos que se la pasan retuiteando a esos portales que hablan bien de ellos. Lo cierto es que el impacto de los mismos es mínimo y en realidad no les ayudan a posicionarse o a crear buena imagen. Es una reflexión.