No expone AMLO su milagro al escrutinio

Suponiendo que, como afirma López Obrador, sea tan sencillo extraer petróleo, no debiera escamotear una fórmula, la suya, que se antoja mágica para lograr perforaciones y extracciones baratas.

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Andrés Manuel López Obrador viene diciendo que, “para lograr la privatización de Pemex”, los promotores de la reforma constitucional en materia de energía pretextan “que se trata de un asunto de tecnología”, y se pregunta: 
“¿De cuándo acá se requiere tanta ciencia para extraer el petróleo?” 

Perforar un pozo, afirma, es “como si se fuese a extraer agua, nada más que no a 30 metros, sino a tres mil, cinco mil metros”.

En síntesis, opina que la perforación y extracción de crudo “no tiene ninguna ciencia” ni “requiere mucha tecnología…”.

AMLO suele oponerse a lo que no sea su iniciativa y, según la coyuntura, inclusive a lo que él mismo ha proclamado, como la conveniencia de la participación del capital privado en la industria petrolera (Un Proyecto Alternativo de Nación, Grijalbo, 2004).

Suponiendo que, como afirma, sea tan sencillo extraer petróleo, no debiera escamotear una fórmula, la suya, que se antoja mágica para lograr perforaciones y extracciones baratas.

Lo ideal es que la comparta con quienes tienen en sus manos (guste o no) legislar: los integrantes del Congreso de la Unión, dado que en todo el mundo (con excepción de México) se asume que los pozos profundos requieren de una tecnología muy especializada y costosa, y que no es posible descubrir ni explotar más crudo sin que se corran elevadísimos riesgos económicos.

En consecuencia, resulta sospechosista que AMLO rehúya exponer y debatir en el Senado lo que tanto pregona en sus movilizaciones callejeras.
No es el caso de muchos otros interesados, representativos de sectores tan diversos como la academia, la política, la intelectualidad o las actividades empresariales. 

Hoy por ejemplo, será Cuauhtémoc Cárdenas, fundador del PRD, quien haga la presentación de su propuesta y la someta al escrutinio de su audiencia (el ingeniero, hay que recordar, suscribió la semana pasada con López Obrador una convocatoria contra la iniciativa del PRI-gobierno).

Otras personalidades que han confirmado su participación en el foro (iniciativa unánime de las fracciones políticas) son: el ex jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard; el lopezobradorista Javier Jiménez Espriú; el economista Arnaldo Córdova; el último secretario de Energía en el sexenio de Felipe Calderón, Jordy Herrera, y el ex jefe de la negociación del TLC con EU y Canadá, Jaime Zabludovsky. 

La parábola del agua de AMLO remite a los apuros que debió sortear el historiador y católico devoto Joaquín García Icazbalceta para escribir (1896) a Pelagio Antonio de Labastida, arzobispo primado de México, con gran mortificación, la improbabilidad de que hubiesen ocurrido las apariciones guadalupanas: 
“En mi juventud creí, como todos los mexicanos, en la verdad del milagro. No recuerdo de dónde me vinieron las dudas, y para quitármelas acudí a las apologías, pero éstas convirtieron mis dudas en certeza de la falsedad del hecho…”.

Si las frases y consignas de López Obrador se basan en argumentos sólidos, ¿por qué no los ventila y los debate? 

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