'No puedes forzar a Dios'
No podemos forzar a Dios para que siempre tengamos salud y que no envejezcamos, eso es inevitable y propio de nuestra naturaleza.
Cuántas veces sentimos que le rezamos a Dios, y no nos escucha. Cuántas veces pensamos que Dios ya se olvidó de nosotros porque sentimos que las cosas que nos suceden son para nuestra desgracia. Y nace en los rostros la duda, la decepción y empezamos a reprocharle a Dios por la situación que estamos pasando.
Hay que entender que Dios no es un criado o un sirviente para nuestros caprichos. No es un ser que está al pendiente de nuestros deseos, sueños e ilusiones infantiles que tenemos. El está para aconsejarnos, acompañarnos y darnos su amor incondicional por medio de la oración y la fe. Pero nosotros lo vemos con el cero cinco: ¡sólo quejas!
No podemos forzar a Dios, para que nuestra pareja sea perfecta y siempre nos esté dando amor y cariño. Deseamos a la mujer perfecta, y ella quiere al hombre perfecto. Se nos olvida que no somos perfectos, somos perfectibles. Tal vez Dios hoy te diga al oído que a tu pareja no la puedes cambiar... ¡la tienes que aceptar!
No podemos forzar a Dios para que sea el tutor y el maestro de nuestros hijos. Queremos que Dios los haga a nuestra imagen y semejanza, y se nos olvida que nosotros tuvimos un padre distinto a nosotros, y nuestro hijo tiene que ser también distinto a nosotros. Dios es padre, pero no es paternalista. El tal vez hoy, ese Cristo, te diga que tienes que educar con amor, cariño y disciplina. Pero tienes qué educarlos con tu ejemplo.
No puedes forzar a Dios a que solucione y resuelva todos tus pequeños problemas, esa hipoteca que se está venciendo, en querer que te haga “el milagrito” de sacarte la lotería, en que tu vida cambie, y haga algo para desaparecer a esas personas que te molestan y perjudican. Dios te apoya con el discernimiento, y te ilumina por medio de una lectura, una película o algún acontecimiento en tu vida.
No puedes forzar a Dios para que cambie la situación actual. Que vuelva hacer el milagro de multiplicar los panes y los peces. No lo puedes forzar a que cambie a nuestro gobierno, y la situación económica mejore. Al contestar tus plegarias tal vez Él responda y te diga: “Te hice a ti, para que seas el generador de milagros, en hacer ese cambio que estás esperando. Te di la fortaleza, la energía y la inteligencia para que tú soluciones tus problemas y los enfrentes con decisión, arrojo y hombría”. Hay que entender que a Dios no lo gusta hacer milagros solo.
No podemos forzar a Dios para que siempre tengamos salud y que no envejezcamos, eso es inevitable y propio de nuestra naturaleza. No lo podemos condicionar a que no tengamos enfermedades y problemas físicos, así como morales. Hoy, tal vez te responda que tú eres el dueño de tu salud, y tienes que cuidarla con dieta, ejercicio y una vida saludable.
Pero sí podemos forzar a Dios con la oración, porque “la oración es la debilidad de Dios”. Siempre que recurramos a Él, por medio de la oración y de la meditación, lograremos encontrar un padre comprensivo y amoroso, que desea nuestro bien y siempre nos apoyará con su pan, su perdón y su palabra.