Nuestra competitividad urbana

Es necesario el desarrollo de políticas y proyectos integrales que permitan cambiar las tendencias hacia el deterioro continuo de nuestra competitividad urbana.

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Hace unos días la prensa señalaba que al parecer se veía un retroceso en la competitividad urbana de Mérida, ya que, según una evaluación realizada por el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), nuestra ciudad ocupa el lugar 17 en el grupo de las principales 75 ciudades mexicanas; sin embargo, si analizamos las 10 áreas evaluadas en el estudio veremos que uno de los temas que más inciden en esta mala calificación es lo relacionado con el medio ambiente. 

Si bien en derecho y gobierno ocupamos los lugares 2 y 4, en relación con el desarrollo sostenible, es decir, la gestión ambiental, ocupamos el lugar 59; indicador que califica nuestra capacidad para interactuar de manera sostenible con el entorno natural en el que vivimos y la forma en que aprovechamos y conservamos los recursos naturales que nos rodean.

Nuestra mala gestión del agua, la tierra y el aire, así como de los residuos que se producen en nuestra ciudad, factores que inciden en nuestra capacidad para atraer y retener tanto inversión como talento en el mediano y largo plazo. Complementariamente este indicador también mide el grado de sostenibilidad de las empresas privadas de Mérida. 

El consumo de agua per cápita, el porcentaje de aguas residuales que se manejan y tratan adecuadamente, la calidad del aire, el manejo de los residuos sólidos (una ciudad limpia), el aprovechamiento del biogás en los rellenos sanitarios, el número de empresas certificadas como “limpias”, el volumen de emisiones inductoras del cambio climático, son algunos de  los indicadores que integran este subíndice que, si estamos concientes de nuestra realidad, sin duda estamos muy por debajo de muchas ciudades de nuestro país, especialmente en torno al manejo de las aguas residuales. 

En consecuencia, como se ha insistido, es necesario el desarrollo de políticas y proyectos integrales que permitan cambiar las tendencias hacia el deterioro continuo de nuestra competitividad urbana; y esto no es sólo una decisión del gobierno, sino que tiene que ser un compromiso permanente de la sociedad para colaborar en la mejora continua, iniciando por nuestros usos y costumbres en torno al manejo del agua, los residuos sólidos y el uso excesivo del automóvil.

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