Nuestras playas y nosotros
Como siempre, caminar por nuestras playas nos lleva a momentos de enojo al encontrarnos con todo tipo de residuos.
De nuevo el verano llega para permitirnos cargar las pilas, conviviendo con nuestras playas y nuestro mar, lo que nos reconforta espiritualmente y nos reanima a seguir adelante, aunque, como todos los años, nos enfrenta con usos y costumbres reprobables, que agreden ese mágico espacio.
Como siempre, caminar por nuestras playas nos lleva a momentos de enojo al encontrarnos con todo tipo de residuos: bolsas de plástico, envases, vasos desechables, latas de cerveza, botellas de refrescos, hechos que son realmente indignantes, ya que detrás de cada presencia de basura sobre la arena o incluso en el fondo del mar, está una persona sin educación y sin respeto por la naturaleza, sin respeto por los demás y, especialmente, sin respeto por sí mismo y por los suyos.
Como todos lo años viene la respuesta encomiable de organizaciones que convocan a la sociedad a jornadas de limpieza de playas, pero al hacerlo tenemos que tener bien claro que si tenemos que limpiarlas es porque mucha gente las ensució, directa o indirectamente, ya que muchos de los residuos que vemos a la orilla del mar fueron arrojados desde las cada vez más lujosas lanchas y yates que persistentemente invaden el espacio de los bañistas, poniéndolos en riesgo.
El primer día que estuve este verano en la playa me encontré con dos muchachos que circulaban a gran velocidad en sus cuatrimotos en la playa, violando la normativa que prohíbe su tránsito a la orilla del mar; como lo decía hace un año, las agencias que venden todo tipo de cuatrimotos deberían estar obligadas a informarle a los propietarios de la normativa vigente en relación con su uso en la zona federal.
Cuando me encontré con los muchachos en sus cuatrimotos me interpuse en su camino obligándolos a detenerse y me comenzaron a reclamar porque los hacía pararse, si simplemente estaban paseando, y al señalarles que lo que hacían era un delito federal y que los iba a denunciar, me juraron que no volverían a pasar por ahí; para ellos yo los estaba agrediendo, cuando que eran ellos los que atentaban contra el medio ambiente y nuestra seguridad.
¿Y qué nos falta? Un simple y sencillo ingrediente, que desafortunadamente pocos nos preocupamos por promover: educación.