El fin de semana disfrutamos de un atractivo turístico único, que da la posibilidad de tener un verdadero contacto con la naturaleza, que tenemos en casa y que, para mi gusto, tenemos desaprovechado: la Laguna Nichupté.

El recorrido inició muy temprano, antes del amanecer, ya que el objetivo era recorrer la zona para observar las aves que viven y anidan en el Sistema Lagunar; descubrí que en México existen más de 1,000 especies de aves y que la Península de Yucatán alberga más del 50%, un dato que me dejó asombrado, en especial porque la mayoría de la población residente y los turistas que nos visitan no se dan la oportunidad de conocer estas maravillas.

Y no es porque no haya atractivos de este tipo ni recorridos especializados, simplemente es porque ni en nuestro imaginario ni en el de muchos de los actores del destino (operadores locales) existe la conciencia de este atractivo natural tan importante; vivimos con la vista y las actividades de frente a las playas, el mar y el arrecife, sin saber que a nuestras espaldas (lagunas, manglares y selva) existe un mundo aparte, lleno de sorpresas que vale la pena conocer y apreciar.

A pesar del potencial que tenemos en nuestra región y de saber que el turista especializado en observar aves es un viajero que tiene un poder adquisitivo alto, que es repetitivo, que es fiel a disfrutar en temporadas específicas de esta actividad, y que tiene un gasto promedio muy por encima de un turista tradicional, son aún pocos los productos turísticos desarrollados para este segmento, en comparación con el tamaño del mercado y el atractivo que tenemos en la zona. 

Por supuesto que no es un proceso ni una tarea sencilla: hay que capacitarse, generar recorridos, identificar las especies de interés y contar con el equipo necesario para observarlas y fotografiarlas, pero la inversión bien vale la pena; puede representar una gran oportunidad de ofrecer una actividad diferente haciendo un uso sustentable del Sistema Lagunar o de otros ecosistemas de la región, y en muchos casos puede representar una alternativa viable para las comunidades de las zonas rurales de nuestro estado. 

Pero no solo eso, más allá del mercado internacional o nacional especializado en observación de aves, hay otros mercados cautivos; el primero, es aquel turista que si bien no tiene como objetivo de viaje observar aves, si puede dedicar una mañana o tarde a realizar un recorrido de observación, y que tal vez no gusta de las actividades que hoy se ofrecen en la laguna, algunas de alto impacto como los famosos recorridos en shotover, que no permiten apreciar las bellezas naturales. Un buen reto y oportunidad para las marinas turísticas de Cancún.

Y además de este turista, está también el residente de Cancún y sus alrededores; en los últimos años, ha aumentado el interés de los cancunenses en el tema ambiental, e incluso algunos de ellos están organizados en diversos clubes de observación de aves que realizan recorridos en agua o tierra firme de forma continua. Pero el mercado es grande.

Cualquiera que sea el esquema, este tipo de actividades de bajo impacto ambiental, pueden generar negocio para aquellos concesionarios de embarcaciones dentro de la Laguna Nichupté, o para aquellos expertos que operan en tierra firme; pero lo más importante, es que genera también una conciencia derivada del conocimiento de las aves, de sus hábitos de reproducción, de sus procesos migratorios, y del valor que tienen para ellas los ecosistemas en los que viven, anidan y se resguardan.

Una más de estas joyas escondidas en Quintana Roo que bien vale la pena conocer, apreciar y promover.