Oh la lá

Ezequiel Elizalde Flores, presunta víctima de esos plagiarios, revivió frente a la pantalla su pesadilla de 2005.

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La indignación por la escasez de justicia, según la óptica generalizada de la sociedad, inundó ayer las redes sociales en Yucatán, durante y después de la transmisión en vivo de la sesión de la Suprema Corte en torno al caso de Florence Marie Louise Cassez, la ciudadana francesa vinculada con la temible banda de secuestradores Los zodiaco.

Ezequiel Elizalde Flores, presunta víctima de esos plagiarios, revivió frente a la pantalla su pesadilla de 2005. Detrás de ese rostro angelical no hubo mirada de piedad cuando inyectó el dedo de la mano izquierda, antes de amputarlo y mandarlo a la familia Elizalde, como medio de presión para el pago del rescate.

Ezequiel vivió 65 días de terror y de angustia. El 9 de diciembre, él  y otros dos secuestrados volvieron a nacer. Pero con una imagen: cuando Florence le dio a escoger entre un dedo o una oreja.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación sólo recordó una vieja enseñanza: legalidad no es justicia. Las formas burocráticas valen más que el fondo, cuando de impartición de justicia se trata. Y nos deja sentir el tufo de la impunidad y la corrupción, ese cáncer que carcome todo gobierno, bajo múltiples disfraces, en este caso, el de la ineficiencia de los responsables de integrar una averiguación previa.

Basta ir a los juzgados locales para conocer los mil y un casos donde las víctimas no tienen más remedio que esperar la justicia divina. La humana está lejos.

Y sin una reacción ciudadana seguiremos como Pepe Le Pew, eternamente enamorados de esa gatita negra llamada Penélope.

Como el zorrillo francés, también creemos que la franja blanca de nuestra amada justicia algún día será real, no un accidente que se borra con poder y dinero.

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