El país de la simulación (II)

Nunca me había preocupado tanto el comienzo de un año como éste. Se habla de muchas cosas: gasolinazos, inflación, la era Trump...

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La historia unitaria ha demostrado que cuando los sistemas dejan de funcionar siempre existe una fuerza que tiende a modificarlos. Así, aterrizando en nuestro país, se puede pensar en cómo los inicios de siglo suelen ser determinantes para la reconstrucción de la sociedad mexicana: en 1810, la Independencia puso fin a los dominios del imperio español, mientras que para 1910 la Revolución desgajó el porfiriato y su represivo sistema de control.

También podríamos señalar para el caso mexicano la vibrante década de los 60, en la que el espíritu juvenil se encargó de hacerle frente a los conservadores e injustos discursos de la época. En aquellos años los jóvenes fueron los primeros que señalaron el desgaste del priismo, la guerra o la moralidad, cuestiones que establecieron métodos fallidos para mantener la paz social.

Nunca me había preocupado tanto el comienzo de un año como éste. Se habla de muchas cosas: gasolinazos, inflación, la era Trump, la incapacidad del gobierno para acabar con temas como corrupción, violencia, pobreza…, pero lo que realmente me quita el sueño es el poco interés que hemos mostrado los ciudadanos para modificar este panorama tan deplorable, sobre todo los más jóvenes. 

Se supone que las nuevas generaciones somos las mejor preparadas de la historia, las más capaces y las que cuentan con las mejores herramientas para encarar cualquier crisis; ¿por qué resulta tan difícil escuchar una opinión sensata y con buenos argumentos sobre los problemas de nuestro país? Es claro que los jóvenes somos cada vez más individualistas y pensamos en un mundo en el que no es válido alzar la voz, y pelear por los intereses del otro si los nuestros son afectados. 

“Resulta evidente la escasez de esos potenciales revolucionarios, de gente capaz de articular el deseo de cambiar su situación individual como parte del proyecto de cambiar el orden social”, dijo Zygmunt Bauman, quien murió sin observar una verdadera transformación de nuestras sociedades. Descanse en paz.

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