PAN vs PAN

Los golpes vienen de casa: la corrupción de los legisladores panistas por los moches vino de ellos mismos.

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La disputa por la dirigencia nacional del PAN muestra el tamaño de la descomposición del partido que gobernó los primeros doce años de este siglo. Cordero y Oliva representan el fracaso en el gobierno. Gustavo Madero, con todo para ser opción, no quiso diferenciarse y ha resuelto navegar con socios que ratifican la descomposición del PAN; lo único que medio lo salva es su compañero de fórmula, Ricardo Anaya, sin representatividad, pero con buenas cuentas en su pasado en el gobierno y en el Congreso.

En su tránsito al futuro, el PAN quiere hacer lo mismo que el PRI: eludir el examen crítico que explique su derrota. Sin embargo, la circunstancia es dramáticamente diferente; el PRI perdió la elección, pero no el poder, siguió con una fuerte presencia en las cámaras federales y continuó gobernando estados y municipios más que otro partido. El PRI no se desmoronó, como era el pronóstico de los analistas que solo veían el sometimiento partidista al exacerbado poder presidencial; ignoraron precisamente lo que el PAN no tiene: una sólida presencia en todo el país.

El PRI facturó a Zedillo su derrota, cuando ni candidato impuso ni en la campaña intervino. Cierto es que los errores en el gobierno y el abandono de la tradición estatista cobraron factura. El PRI no cambió, pero sí los gobiernos que iniciaron después del colapso del modelo económico populista, justo cuando Miguel de la Madrid recibe un país desmoronado; a partir de allí el presidente será visto como amenaza mayor y no como el salvador y protector de los mexicanos. La derrota del PRI era cuestión de tiempo. Un acierto de los panistas leer la realidad; acordaron con Salinas los cambios, así rebasaron al cardenismo perredista por la derecha y ganaron la Presidencia de manera anticipada con un muy buen candidato que resultó mal presidente.

El PRI sigue sin cambiar, pero no importa porque su funcionalidad de acompañamiento al presidente en turno calla disputas; sin embargo, es evidente su fragilidad electoral matizada por el desprestigio del PAN y la fragmentación de la izquierda, todavía arraigada en el caudillismo de origen. La magnitud del desastre del gobierno calderonista y la ausencia de un proyecto panista alternativo son las razones fundamentales que alejan al PAN de la victoria. De hecho la alianza con el PRD para 2015 es obligada para que no se le venga el mundo encima, como pudo haber ocurrido en Baja California, donde triunfó, acompañado de los amarillos, por una ventaja de menos de 3 puntos.

El PAN no requiere de enemigos ni feroces adversarios. Las evidencias de la desbordada corrupción del pasado cobran factura, aunque es evidente que no hay adversarios que pretendan capitalizarlas, como sucedería en toda democracia. Las alianzas por los votos o por las reformas mojan pólvora, lo que permite a Calderón y colaboradores vivir en impunidad. Los golpes vienen de casa: la corrupción de los legisladores panistas por los moches vino de ellos mismos; el señalamiento de los errores de Calderón, como es la venalidad por Oceanografía, fue expuesto por sus adversarios del PAN; hasta la señora Cecilia Romero, de triste pasado y encargada del despacho, le da por hacerla de tonto útil al avalar el intento del PRD de romper el entendimiento del gobierno con el PAN para así frenar la reforma energética. Quien acusa a Madero de colaboracionista no es el PRD, tampoco López Obrador: es Ernesto Cordero quien, como lo hiciera con Josefina en su momento, solo conoce el lodo como recurso de campaña. Oceanografía es un caso de corrupción mayor; alcanza a los secretarios de Hacienda y Energía, directivos de Pemex y a la casa presidencial. Hay mucho por conocer.

La mejor noticia para el PAN es que la dirigencia en disputa tendrá un breve periodo. Los partidos se alimentan de votos, más en México, porque el dinero y el acceso mediático se asocia a la votación obtenida. Es previsible que el PAN se irá con el PRD en varios estados, alianza incierta cuyas buenas cuentas requieren candidatos que no sean del PAN, como sucedió en Oaxaca, Puebla y Sinaloa. El PAN requiere ganar Nuevo León y retener el triunfo en Sonora y Baja California Sur. Hay condiciones para recuperar San Luis Potosí y, con un buena campaña, Querétaro. El PRD tiene mano en Guerrero y, aunque Silvano Aureoles es un buen candidato para Michoacán, el ingrato recuerdo del gobierno anterior le hace difícil la tarea; si va también con el PAN, el triunfo es pensable.

Pero el PAN también puede ir con el PRI en el DF, donde tiene condiciones óptimas por el voto dividido del PRD y Morena y el bajo aprecio al gobierno de Mancera.

Tiempos de pragmatismo y de disputas personales por el poder. Por eso tratándose de dirigencias perro sí come perro.

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Twitter: @berrueto

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