Un Papa contra el tiempo

La corrupción financiera en una curia tan retorcida como la vaticana sabe muy bien cómo salvar escollos para permanecer.

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Allá por el año de 1963, en la Ciudad de México, Seki Sano montó “Un hombre contra el tiempo” de Robert Bolt con un magnífico Ignacio López Tarso. No recuerdo quién tradujo la obra, pero el título en inglés es “A man for all seasons”: “Un hombre para todas las estaciones” o “para todos los tiempos”. La película, con Paul Scofield y Robert Shaw, se llamó, en México, “Un hombre de dos reinos”. 

Creo que el título usado por Seki Sano es el que mejor refleja al personaje: Tomás Moro, el canciller decapitado por Enrique VIII, que se enfrentó a su tiempo.

Amigo y cómplice de Erasmo deseaba, por lo tanto, la reforma de la Iglesia pero era, ante todo, un hombre de Iglesia. Esta dicotomía define tanto a Erasmo como a Moro, y los diferencia de otros reformadores como Lutero y el propio Enrique VIII.

En eso, la figura del Papa Francisco me recuerda a las de Moro y Erasmo. Se enfrentan al tiempo en dos concepciones de la palabra: el tiempo en que les toca vivir y el tiempo que tienen para realizar su reforma antes de que la historia los arrase.

Son personajes trágicos que quedan mal con unos y con otros, y apenas llegan a dejar testimonio de utopías que, a su vez, serán manipuladas. Erasmo resulta enemigo tanto de luteranos como de papistas. Tomás Moro es traidor para los anglicanos mientras que la Iglesia se ha cuidado de limarle el filo reformador para canonizarlo como un ariete contra los anglicanos.

Y Francisco, ¿tendrá más tiempo que ellos? Juan XXIII, al menos, lo tuvo para llamar a un concilio y pasar a la historia. 

Francisco tiene 78 años y sus reformas, indudablemente profundas, son reversibles. La corrupción financiera en una curia tan retorcida como la vaticana sabe muy bien cómo salvar escollos para permanecer.

La necesidad de ir a los pobres puede fácilmente volverse un slogan sin contenido en labios de obispos aferrados a sus privilegios. Y la reforma de las costumbres, o no la quiere hacer a fondo un Francisco en varios aspectos conservador, o puede convertirse en otra discusión bizantina.

Teólogos de izquierda han visto una luz en la oscuridad que impusiera Juan Pablo II, pero Hans Küng aún no ha sido reivindicado y las comunidades de base piden algo más que buenos signos.

Creo que todos los hombres de buena voluntad deseamos que este papa salga airoso en su lucha contra el tiempo.

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