“Papá, quiero ir a la universidad para ser feliz”
En México, el TecMilenio está tomando esta bandera como su mayor diferenciador entre todas las ofertas de educación universitaria privada.
Hace años entrevisté en España a David Cantallops Jiménez, director de Recursos Humanos de Massimo Dutti (Inditex). Me llamó la atención que cuando le pregunté el primer requisito que pedían para cubrir un puesto me dijera: “Tienen que ser felices”.
Y terminó la frase: “Ya lo hemos probado: siempre vemos que al final quienes se adaptan mejor a su rol son las personas alegres y entusiastas… esa gente que sonríe”.
En México, el TecMilenio está tomando esta bandera como su mayor diferenciador entre todas las ofertas de educación universitaria privada. “Arrancamos un proceso de innovación disruptiva, ni siquiera para ser diferentes al resto de las universidades, sino para ser únicos”, dice su rector, Héctor Escamilla.
TecMilenio nació en 2002 como una idea de Lorenzo Zambrano cuando presidía el Tec de Monterrey. Quería una universidad flexible para quienes trabajaban. La universidad creció a 21 estados, pero hoy solo 39% de sus 42 mil 800 alumnos trabajan.
Por eso buscaron un nuevo diferenciador que ya no tenía que ser la flexibilidad de horarios. Llegaron a la pregunta básica de ¿para qué sirve una universidad? “Todos declaran que buscan egresados exitosos, pero ¿no lo más importante en la vida es ser feliz? Y decidimos adoptar como nuestra diferenciador a la felicidad”, explica Escamilla. “Las personas felices son aquellas que tienen claro su propósito de vida”.
Con este nuevo eje, armaron un plan de estudios (los alumnos pueden armar de manera personal hasta 40% de las materiales de su propio modelo de carrera) y lanzaron el Instituto de Ciencias de la Felicidad, donde los estudiantes de segundo semestre llevan un curso de psicología positiva.
“Somos los primeros en el mundo en hacer este proyecto a escala de institución educativa”, agrega el rector. Según datos de TecMilenio, los trabajadores que están felices con su empleo, en promedio, piensan quedarse cinco años en la empresa; mientras que los que no, solo 18 meses, y los empleados felices están concentrados 80% del tiempo en su trabajo; los infelices, solo 25%.
“Sabemos que la alegría y el buen rollo se traslada a las prendas, al negocio”, me decía David Cantallops.
Esta puede ser una tendencia de volcarse al individuo mientras que la educación tradicional (y las búsquedas laborales) se centra en habilidades.