¿Para qué más partidos?

Con estupor, pero sobre todo incredulidad y preocupación, los quintanarroenses nos enteramos de que seis agrupaciones políticas...

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Con estupor, pero sobre todo incredulidad y preocupación, los quintanarroenses nos enteramos de que seis agrupaciones políticas en el estado buscan convertirse en partidos, como si con los que tenemos no fuera suficiente razón para el desencanto. 

La “democracia a la mexicana” ha sido una nefasta herencia del Partido Revolucionario Institucional para maquillar lo que son en realidad los partidos políticos: un club de amigos para repartirse el país a su antojo, con muy pocos resultados a favor de los ciudadanos.

Es muy probable que los jóvenes de hoy no recuerden que alguna vez existieron partidos como el Demócrata Mexicano, el Popular Socialista, el Auténtico de la Revolución Mexicana, entre muchos más, cuya razón de existir era aprovecharse de las prebendas del gobierno para construir nuevos millonarios.

Son innumerables las historias acerca de las enormes fortunas amasadas desde el poder público, de cómo a través de los partidos, ilustres desconocidos terminaron tomando decisiones en contra de los mexicanos, siguiéndoles el juego a los partidos más grandes en militancia, pero iguales en la defensa de sus mezquinos intereses.

En México cada determinado tiempo surgen nuevos proyectos para crear partidos políticos, aunque en la mayoría de los casos no se logran concretar, para fortuna de un país que no puede darse el lujo de contar con más agrupaciones políticas que consumen los escasos recursos de la nación sólo para beneficio de sus dirigentes.

El sistema partidista mexicano se caracteriza por una gran simulación que al final termina en lo mismo: decisiones que se toman no para beneficio de las mayorías, sino de las clientelas de los partidos más poderosos. 

Eso ha originado que la ciudadanía vea en esas agrupaciones un estorbo para construir una verdadera democracia y sobre todo, transformarnos en un país donde sus habitantes puedan acceder a una vida mejor y no llena de miseria y desesperación.

¿Para qué necesitamos más partidos, si con los que tenemos es suficiente para alimentar nuestra desconfianza como sociedad? ¿Alguien puede creer que las intenciones de quienes buscan construir un nuevo partido, tiene que ver con el bien común y no con intereses incluso inconfesables?

¿De verdad el sistema de partidos ha demostrado su eficacia en la inacabada acción de hacer realidad el anhelo de millones de personas por vivir en un mejor país, donde haya menos desigualdades?

La respuesta en todos los casos es un rotundo no, porque los partidos están diseñados para, como dice el gatopardo, cambiar para que todo quede igual, sin posibilidades de vislumbrar en el horizonte cercano un México distinto, incluyente, donde todos tengan las mismas posibilidades de crecimiento personal, familiar y profesional.

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