Hay dos datos que no pueden pasarse por alto si Cuauhtémoc Cárdenas decidiera finalmente buscar la presidencia del PRD y ganara: asumiría el cargo con 80 años de edad y 21 años después de haber renunciado a esa posición.

Llevo tres décadas cubriendo y siguiendo a Cuauhtémoc. Lo he visto ganar, lo he visto perder. He narrado sus temporadas intensas y luminosas y he estado pendiente de sus periodos de silencio y ensimismamiento. Entre las muchas cosas que le admiro están su manejo de los tiempos, su lógica y pertinencia. Inolvidable su frase: nunca hay que ir adonde no lo inviten a uno.

Por eso me cuesta entender cuáles serían las motivaciones para volver a ser presidente del PRD. No compro la idea de la unidad, porque creo que Cuauhtémoc sabe mejor que nadie que su eventual triunfo traería implícito un choque con el grupo que domina el partido, Los Chuchos. No confía en Los Chuchos, ni Los Chuchos en él. Tampoco confía en los bejaranos, ni los bejaranos en él. Ni en el ala camachista-ebrardista y viceversa.

Así es que más que el candidato de la unidad, creo que Cuauhtémoc sería hoy el de los desamparados. Basta ver la selfie del miércoles, ver a quienes lo están invitando al baile.

Y la versión de que él sería el dique para impedir que miles de perredistas se tiren a los brazos de Morena es romántica, pero carece de asidero. Pienso que serán bienvenidos en Morena solo los deseados y palomeados por López Obrador, y para ello es anecdótico quién sea el presidente del PRD.

De ahí mi pregunta. Mis dudas sobre este final de carrera, de biografía de Cuauhtémoc Cárdenas.