Para unas crónicas marcianas
Lo que dijo Córdova es indefendible, así lo haya hecho en una plática privada, ya que demuestra la baja estima de un engreído señorito a mexicanos indígenas.
Que no mame el doctorazo Lorenzo Córdova, jefe carapálida del Instituto Nacional Electoral. Están de pánico y para hacer unas crónicas marcianas sus opiniones sobre un grupo de mexicanos que, por más equivocados que estén en sus demandas y sus amenazas, no tienen por qué ser ser denigrados ni en público ni en privado. Pero que tampoco mamen quienes, desde la alta academia –a la que está adscrito el jovenazo- y la opinocracia finolis, se lanzan en una cargada arrasadora a atacar al gran jefe chichimeca. Lo que dijo Córdova es indefendible, así lo haya hecho en una plática privada (que no lo es, puesto que trataba asuntos oficiales con otro funcionario electoral), ya que demuestra la baja estima de un engreído señorito a mexicanos ancestralmente expoliados por blanquitos como él.
Entre las muchas barrabasadas que expresó hay una que vale la pena rescatar: la de ir al psiquiatra. Sus risas mientras se burlaba del jefe chichimeca Mauricio Mata Soria y las de su interlocutor, Edmundo Jacobo, no suenan normales. Denotan gran desprecio por el grupo étnico cuya sangre en mayor o menor medida fluye en las venas del 99% de los mexicanos. No se olvide que, por más privada que fuera (que no lo es al usar bienes públicos), se trata de la conversación de dos altos funcionarios del INE que deben siempre guardar los modos educados.
Pero, además, sus expresiones –no mames, güey, cabrón…- y la construcción de sus frases hablan de alguien que está acostumbrado a expresarse en ese nivel (me imagino cómo tratará a su servidumbre) y no son precisamente las de un presunto intelectual con doctorado en el extranjero. En Tepito se sonrojarían. Cierto es que hay niveles del lenguaje y uno en casa y con su familia puede hablar de una forma y en público y en asuntos oficiales hacerlo de otra, pero la palabra es manifestación de lo que hay en el alma y en el corazón. Y lo que dejan entrever las palabras de Córdova está de pánico.
Menos mal que jefe chichimeca no sacar cuchillo y cortar cabellera a carapálida. Merecerlo.