Paralelismo

Tanto en el deporte como en lo electoral, para jugar bien y obtener los ansiados triunfos no basta con conocer, y aplicar, las reglas de la contienda, sino que resulta necesario saber de cuestiones estratégicas y tácticas.

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Si muchos ven la política como la continuación de la guerra  con otros medios, yo prefiero mirarla como el espectáculo de un buen deporte competitivo, como es el futbol, porque además existen muchas similitudes entre los niveles de nuestro futbol nacional y los de nuestro sistema partidista, o mejor aún con nuestra clase política, advirtiendo de entrada que no están entre los mejores del mundo, ni de lejos, sino que existen elementos suficientes para catalogarlos de mediocres.

Y conste que, tanto en el deporte como en lo electoral, para jugar bien y obtener los ansiados triunfos no basta con conocer, y aplicar, las reglas de la contienda, sino que resulta necesario saber de cuestiones estratégicas y  tácticas. Aunque haya algunos que piensen que, por haber ocupado antes el peldaño superior, ya lo saben todo y se nieguen a salir del escenario,  como sucede con el inefable Miguel “El Piojo” Herrera, suspendido por inmadurez, que no deja de despotricar en contra de Osorio, el nuevo DT del seleccionado nacional, proclamando que él lo haría mejor, tal vez para evadir la crítica sobre su actuación con el equipo tijuanense, Xolos, que no levanta y cuando consigue empates dice que le va bien.      

Como hace Fox con los papelazos que protagoniza, nacional e internacionalmente, retando a debatir a Donald Trump, como si fuera su contendiente para obtener la candidatura por el Partido Republicano.

Actitudes histriónicas  como las de los que critican pero siguen haciendo lo mismo, como sucede con Ricardo Anaya, que habla de combatir la corrupción cuando fue quien puso de moda los famosos “moches” y ahora se pronuncia por la equidad entre los precandidatos presidenciales del PAN, cuando aprovecha la presidencia de su partido para salir en   todos los spots, dejándo a aquéllos en desventaja.

O el caso de Morena, donde, para la designación de candidaturas, por ejemplo, sólo se cumple la voluntad de AMLO, que no tiene la necesidad de rendirle cuentas a nadie ni siquiera sobre el manejo financiero, o como sucede con Leonardo Cuéllar en la Selección Femenil, con mayoría de nacionalizadas, donde él y sólo él decide a quién convoca: gringas, españolas y en último caso mexicanas; quiénes juegan y cómo juegan,  sin la necesidad de entregar resultados y menos de formar futbolistas mexicanas. 

También se dan casos como el del “técnico” Carlos Reinoso que aun dirigiendo al Veracruz, o cualquier otro equipo, siempre prefiere que gane el América; como sucede con Agustín Basave que, al frente del PRD, invariablemente le apuesta al PAN, y le cede todas las facilidades, como los spots de “su” partido.

Y qué decir de la mediocridad del PRI que, cuando amenaza que va con todo, al final se decide por candidatos de bajo perfil, dejando en la banca a titulares tan buenos como el “Chicharito” que, con golazos como el del viernes con Leverkusen, resulta garantía del triunfo.

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