El filo de una espada puede sentirse en los ojos, porque las imágenes viajan a través del texto y se reproducen en la mente, enviando señales y reacciones al corazón y al cuerpo. Hablemos de espadas, específicamente de las espadas japonesas que eran usadas para combatir o, en el caso que hoy nos ocupa, para quitarse la vida. Seppuku.

“Patriotismo” (1961) es un relato corto en el cual su autor, Yukio Mishima, narra algo más íntimo que una historia, rompiendo un referente cultural de lo que nosotros, desde este lado del mundo, conocemos sobre la cultura japonesa. Se habla sobre el arte de la muerte y la representación de ésta a través de dos personajes que dan vida al relato; curioso juego entre dar vida, y quitarla.

La primera escena es todo lo que necesitamos sentir, una primera advertencia delicada con tonos amables que invitan a decidir si nos quedamos o no; si realmente no consideramos que ya es suficiente saber que Shinji, el personaje masculino, “tomó su espada de oficial y ceremoniosamente se vació las entrañas. […] Su esposa, Reiko, lo siguió clavándose un puñal hasta morir”. 

¿Qué lo llevó a tal acción con la cual apenas comenzamos la historia? El honor supone, muchas veces, una lucha interna entre lo que se es y lo que se ha aprendido a ser. Para Shinji, morir significaba una lucha entre esos dos sentidos; mantenerse fiel a su educación militar o ser el encargado de dar muerte por traición a tres de sus amigos más cercanos. Pareciera sencillo decidir, ciertamente no lo fue.

Nos encontramos ante un límite de la imaginación cuando las letras han sido dispuestas de tal manera que realmente son imágenes que nos perturban la mente. Perturban. Estamos entre lo bello que resulta el arte de preparase para morir, entre la despedida de unos esposos que han jurado la muerte instantánea si uno faltase, y lo romántico de la idea. Las letras impactan y ponen a prueba nuestras más básicas emociones, hemos sido obligados a ver a través del texto. Honor, amor, muerte, eternidad.