Peña frente a López (el que está en la cárcel)

Ha sido un viajero frecuente el presidente Peña, pero no está claro que México sea hoy más influyente en el mundo o el mundo trate mejor a México.

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Uno de los aciertos del priismo que hoy nos gobierna es que logró, en los 12 años que estuvo fuera de Los Pinos, remodelarse sin destruirse, pintar la fachada, cambiar los muebles, hasta tirar un par de muros y abrir dos o tres nuevas ventanas que permitieran la entrada de algún aire fresco, pero se cuidó de no tirar la casa ni afectar los cimientos.

Eso les permitió, y les permite hoy que han vuelto a gobernar, seguirse entendiendo con los mismos gestos, las mismas sutilezas, el mismo lenguaje. Hay un par de ideas nuevas, pero los rituales son los mismos. Basta ver el entusiasmo con que algunos defendieron la reforma energética después de haber sido los más ardorosos defensores de la propiedad exclusiva del petróleo para el gobierno durante décadas.

Ahora bien: un rincón de la vieja casa priista que permaneció, ya no digamos sin renovar, sino apenas y con una sacudida por encimita, fue la política de relaciones con el mundo.

Basta ver el entusiasmo con el que la cancillería y Los Pinos persiguieron la fotografía con Fidel Castro, los nombramientos en consulados y embajadas con base en el amiguismo, el entusiasmo con el que anunciaron un acuerdo con Estados Unidos y Canadá para proteger la mariposa monarca o el silencio estremecedor que han dedicado a la violencia en Venezuela.

Ha sido un viajero frecuente el presidente Peña, pero no está claro que México sea hoy más influyente en el mundo o el mundo trate mejor a México. Vaya: les dimos las gracias a los canadienses por aceptar seguir platicando a ver si algún día nos quitan las visas. Viajar, pues, no es hacer política exterior. 

La crisis venezolana, inevitable desde que el impredecible señor Maduro se impusiera en el relevo del enfermo Chávez, plantea a México y su cancillería un reto del que no saldrán bien librados si la táctica es la de esconder la cabeza. Aquello solo se va a poner peor. La inestabilidad venezolana afecta a toda América Latina. Imaginemos, por ejemplo, Cuba sin petróleo y dólares venezolanos.

¿Qué hará el nuevo priismo? ¿Callar? ¿Quedarse en casa? ¿Salvar a la monarca? ¿Viajar a la India? Dudo que Colombia, Brasil, Argentina y Cuba se queden con los brazos cruzados. 

Lo de la no intervención da para un buen discurso. No para defender nuestros intereses en el mundo. 

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