Peña frente a sus gobernadores

El primer ejercicio electoral en tiempos del peñanietismo no despeja una incógnita de la que depende el sexenio: ¿podrá el Presidente priista acotar, controlar, disciplinar a los gobernadores?

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Terminados los conteos, apagadas las voces que se ilusionaron con revertir resultados de las urnas, inexistentes las impugnaciones con algún futuro, quedan los ganadores. Los que se alistan para ejercer los puestos que ganaron y los que los apoyaron, que ahora querrán cobrar por favores entregados. 

El primer ejercicio electoral en tiempos del peñanietismo no despeja una incógnita de la que depende el sexenio: ¿podrá el Presidente priista acotar, controlar, disciplinar a los gobernadores? Porque como sea que se lean los resultados del domingo 7, se podrá discutir que si tal o cual partido ganó poco o perdió mucho, pero lo indiscutible es que los ganadores fueron los gobernadores.

En Veracruz, en Hidalgo, en Chihuahua, en Coahuila y en Puebla; por mencionar algunos, los faraones locales obtuvieron los triunfos de sus elegidos, en muchas ocasiones con los viejos métodos de utilización de las herramientas del cargo y el gobierno para movilizar o intimidar, según el caso.

Nada nuevo. Nada bueno tampoco. 

Habría que preguntarse, sin embargo, si el mensaje de las elecciones de los gobernadores todopoderosos no se repite en otras cosas. ¿Es casualidad que las propuestas del Presidente —homogeneizar los estándares de transparencia, comisión nacional anticorrupción— que afectarían las maneras de actuar de los gobernadores sean las que han quedado en el cajón desde diciembre?

Hasta en materia de seguridad, el bien intencionado afán de coordinación y los largos silencios parecen favorecer a gobernadores, que en el terreno se siguen lavando las manos y no alcanzan a asumir su responsabilidad en la crisis de violencia e inseguridad que aún azota a muchas ciudades y regiones.

En Los Pinos deberán entender que son sus gobernadores los que dan a PAN y PRD suficiente munición para volver a poner en suspenso el Pacto y renegociar condiciones exactamente cuando se acerca el momento de las dos reformas que realmente interesan al gobierno: energética y hacendaria. 

Pasadas las elecciones, entregadas constancias de mayoría, gobierno y oposiciones regresan a la mesa de las negociaciones, pero el actor que todo lo condiciona no tiene lugar en la mesa. Hasta que el Presidente no decida qué hacer con ellos, cómo tratarlos, el costo de cada negociación será cada vez más caro, como ya anunciaron ayer Gustavo Madero y Jesús Zambrano. 

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