Peña Nieto, Iguala y los límites del voluntarismo

Nadie podrá negar que no había coordinación entre Guerrero y la Federación. Es más, Guerrero fue el estado que de septiembre del año pasado a este septiembre más visitó el Presidente (por lo de la reconstrucción).

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En medio de su mayor crisis del sexenio, con 43 normalistas desparecidos a mano, presuntamente, de policías por la orden del presidente municipal de Iguala —prófugo—, ayer el presidente Enrique Peña Nieto anunció que frente a esto, la mejor estrategia es seguir haciendo lo mismo, con más ganas. 

Dijo en Irapuato después de solidarizarse con sus familias y quienes piden justicia para los normalistas: “Éste es un espacio también para reiterar lo que, sin duda, es un compromiso firme del gobierno de la República, que es trabajar a cabalidad, en coordinación con las autoridades de los otros órdenes de gobierno, me refiero a los gobiernos estatales y los gobiernos municipales, asumiendo cada uno su responsabilidad”.

Y anunció: “El día de mañana tendremos oportunidad de reunirnos con los gobernadores de los estados para que realmente hagamos un compromiso aún mayor al que ya hemos hecho, para lograr una efectiva coordinación en todas las tareas que tenemos por delante, en todos los objetivos que nos hemos fijado de forma conjunta.”.

Debo confesar que hay algo que no entiendo. 

Los hechos de Iguala demuestran que la coordinación no basta. Ni por mucho. Nadie podrá negar que no había coordinación entre Guerrero y la Federación. Es más, Guerrero fue el estado que de septiembre del año pasado a este septiembre más visitó el Presidente (por lo de la reconstrucción). Guerrero estaba siempre en las reuniones regionales de coordinación. No faltaba Ejército ni Marina en el estado y hasta estos días, los federales no se quejaban de los estatales ni viceversa. 

Pero no es suficiente. Hay un problema estructural serio, desde hace mucho. Desde la manera en que se transfieren recursos para la seguridad (Subsemun, FASP) hasta la manera en que se auditan a candidatos a puestos de elección; se reclutan, controlan y vigilan a policías, se estructuran las procuradurías, se vigila a los jueces, la mala broma del voluntario “mando único” sin atribuciones legales… En fin. 

Este momento: Tlatlaya, Iguala, me recuerda al asesinato de Norma Corona en el 91 que provocó la fundación de la CNDH, o antes, cuando los asesinatos de Manuel Buendía y Kiki Camarena, que enterraron a la nefasta DFS. 

Es momento de nuevas ideas. No de convocar a que todos nos portemos bien. Es momento de cosas mucho más serias que la “coordinación”. 

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