Peña y el PRI

Consecuente y sensatamente, no se puede esperar un voto mayoritario, en 2018, en favor de la continuidad del actual gobierno...

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

El descrédito del gobierno de la República se ha vuelto un lugar común en espacios que van de la academia a las pláticas de café, pasando por la política en todos los niveles. Esta condición es palpable, independientemente de la valoración que cada quien pueda hacer sobre lo justo o injusto de la percepción. El estado de cosas, como acusan unos y otros, beneficia o perjudica, de entrada, las perspectivas electorales de los distintos aspirantes y sus partidos. Del PRI y el gobierno se desprenden, no sin cierta ingenuidad, reclamos a la ciudadanía de poner atención en sus logros y no insistir en sus deficiencias. El lema del último informe presidencial ilustra esto claramente: “Lo bueno casi no se cuenta, pero cuenta mucho”. Contra las indicaciones de cualquier mercadólogo sin grandes aspiraciones, la campaña parte de reprobar al consumidor electoral, la sociedad, desde el poder. Uno no sale a vender un producto diciendo “esto todos lo desprecian, pero todos están equivocados”. Mala idea.

De hecho, es mala cualquier idea que pretenda solucionar el problema de imagen de la presidencia como si se tratara de un problema de imagen. No lo es. La causa fundamental del descontento con el actual gobierno no es su mejor o peor manejo de la comunicación, sino las condiciones actuales y expectativas económicas futuras de la mayor parte de la población. Las reformas que se dijo que el país necesitaba han arrojado, sí y desde ya, grandes beneficios, pero sólo para un puñado de dueños de grandes capitales, como seguirá siendo en el mediano y largo plazo. Nada hay en ellas que pueda contrarrestar la dinámica de profundización de la desigualdad en que están inmersos el país y la economía global. En tanto las condiciones de vida de la población no mejoren sensiblemente, el rechazo a las políticas oficiales seguirá imbatible.

Consecuente y sensatamente, no se puede esperar un voto mayoritario, en 2018, en favor de la continuidad del actual gobierno. Este hecho político es ya percibido por diversos integrantes y dirigentes del otrora partido invencible, para quienes, como es evidente, la única posibilidad del PRI de mantenerse en la presidencia es ofrecerse como una opción distinta, de contraste con el actual gobierno, bien que sin romper con él. Esto podría explicar las posiciones de, por ejemplo, Beltrones sobre las coaliciones o Ivonne Ortega sobre Ayotzinapa. Lo cierto es que, objetivamente, hoy existe una contradicción entre la necesidad del PRI de ofrecer una alternativa electoral al descontento social con el estado de cosas, y la necesidad del presidente de fortalecer sus líneas de acción en el último tramo del sexenio.

El gobierno está pesando, momento a momento, en contra de los tricolores.

Lo más leído

skeleton





skeleton