Perdida en la curvatura de su risa

Alguna vez fueron mías sus manos, y con ellas, ásperas, reinventó la poesía.

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Perdiendo la noción del tiempo en un irreparable silencio, me desperté a media noche en aquella curvatura que forma la sonrisa perfecta, aquel lugar menguante, aquella isla desierta a la que se llega por accidente, aquel escondite perverso que sólo existe por si acaso me pierdo, por si alguna vez me necesita de regreso. Un paraíso inhabitable que yace suspendido entre sus labios; el preámbulo a la locura.

Deshaciéndome de cualquier vestigio de claridad, me cubrí con su sombra, me vestí con su sombra, dejándome expuesta y protegida al mismo tiempo, mientras una esperanza, hecha girones, caía invisible cubriendo los recuerdos que llevaba sobre mi cuerpo.

En aquella penumbra, alguna vez fue mía su voz, que agonizante dejaba escapar palabras desorientadas, por la desnudez que irradiaba pero que no podía ver por la falta de sol.

Alguna vez fueron mías sus manos, y con ellas, ásperas, reinventó la poesía.

También fueron mías sus noches y sus días, a todas horas, su presencia y ausencia. Venerándole todo el tiempo. Pensándole todo el tiempo. Muriendo todo el tiempo.

Y así, en aquel irreparable silencio, varada en mi isla favorita, seguí un rastro de besos marchitos, partiendo desde la cuna que se formaba sobre su corazón, perdiendo la noción del tiempo, perdiendo por completo la razón. 

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