Pérez Reverte, 12 años después de 'La Reina del Sur'
En México son ya generaciones que no tienen esperanza alguna. Es que aunque trabaje, estudie, mis papás se sacrifiquen, vaya a las cuatro de la mañana en autobús para estudiar jamás saldré de la miseria.
Le pregunté a Arturo Pérez Reverte sobre cómo veía el momento mexicano, él que hace 12 años publicó La Reina del Sur.
Aquí algunas de sus respuestas:
“Lo que más me entristece es que esto se veía venir. Cualquiera de nosotros, cualquier lúcido que miraba, que salía a la calle, y que veía gente que estaba con un peso, mientras en el restaurante de lujo salía a 2 mil pesos la comida, cualquiera se daría cuenta que esto no podía sostenerse. Lo triste es que todo esto se podía haber ido previendo”.
Afirma que se siente con derecho a decir esto “porque soy tan mexicano como ustedes, he escrito una novela mexicana y además de eso compartimos esa bandera común que es El Quijote y la lengua”.
Cuando le pregunto de seguridad, él me habla de desigualdad.
“No es sostenible un mundo en el que un hombre está ahí para ganarse un peso limpiando la llanta del coche y gracias patrón, mientras te mira y te dice patrón te mira con un... ‘si un día tengo un 30-30 vas a ver quién es el patrón’. En México son ya generaciones que no tienen esperanza alguna. Es que aunque trabaje, estudie, mis papás se sacrifiquen, vaya a las cuatro de la mañana en autobús para estudiar jamás saldré de la miseria.
“La desigualdad, ese es el punto, no se hace nada por tender un puente, por crear un intermedio en el cual haya esa movilidad, esa esperanza. Aunque sea la esperanza. No entiendo por qué no intenta el sistema tender puentes, es suicida, creo que están muy mal acostumbrados, es un siglo de mala costumbre. Esto no se para con policías ni barreras. Esto se para con sentido común, con lucidez y con pasión y con solidaridad. Palabras que estamos perdiendo no en México, sino en todo el mundo”.
Y termina con una advertencia de la necesidad de seguir apostando a la educación y a la lectura.
“Porque cuando la gente estalla en la calle, lo cual es normal que estalle, cuando no hay una ideología, cuando no hay unos móviles morales o éticos que encuadren ese estallido se vuelve una revolución de rencor y revancha, no para construir, sino para destruir aquello que se odia”.