Perredistas al asalto del banco de México

Cambien las leyes para que Pemex pueda seguir celebrando beneficiosos maridajes con la gran petrolera Shell pero, por favor, no en los privilegiados territorios de Texas.

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Los diputados del PRD, en un momento de gran inspiración, han propuesto que 50 mil millones de dólares de las reservas del Banco de México se utilicen para edificar refinerías y hacer otras cosas “productivas”.

Pues, miren ustedes, esos dineros, que los atesora y los maneja un ente del Estado mexicano cuya independencia debería de enorgullecernos a todos (para mayores señas, vean ustedes cómo se entremete mi villana favorita, doña Cristina Fernández de Kirchner, en los manejos del banco central de la Argentina y como, a la torera, se inmiscuye también en la publicación de unas cifras de inflación que acomoda a su antojo al punto de que los vigilantes del Fondo Monetario Internacional.

Están hartos de que este maquillaje de números distorsione las tasas de préstamos, transacciones e intercambios cambiarios, están a punto de excomulgar financieramente a la nación suramericana), esos dineros —repito, luego de tan malintencionada parrafada— sirven, justamente, para apuntalar la estabilidad de nuestra moneda, para asegurar el pago de los compromisos contraídos en divisas extranjeras por la economía mexicana, para crear un clima de certeza y para dar confianza a los inversores del exterior.

Así las cosas, ¿quieren todavía sus refinerías nuestros prohombres del partido del sol azteca? Pues, muy sencillo: cambien las leyes para que Pemex pueda seguir celebrando beneficiosos maridajes con la gran petrolera Shell pero, por favor, no en los privilegiados territorios de Texas, donde ambas corporaciones administran alegremente una planta que les brinda pingües ganancias, sino aquí, en estos pagos, en Estados Unidos (Mexicanos).

Lo anterior es para que las inversiones, en primer lugar, no las tenga que apoquinar una empresa paraestatal que es utilizada de manera abusiva para alimentar masivamente las arcas de papá Gobierno sino que las pongan capitalistas venidos de fuera —o de dentro, si quieren (debe haber por ahí algunos aspirantes autóctonos)— y, en segundo lugar, para que esos caudales se utilicen en la creación de empleos para los mexicanos en vez de servir de bolsa de trabajo a los ciudadanos de nuestro vecino país.

Ah, y qué corta memoria tienen esos señores diputados, liderados por don Carlos Augusto Morales. Porque, como bien recordarán, cuando no habíamos todavía creado organismos autónomos y que todos los asuntos los manejaba personalmente el ocupante de la residencia de Los Pinos, ocurrían terroríficas devaluaciones y catastróficas crisis económicas.

Pero imaginemos, de cualquier manera, que se salieran ahora con la suya y que el supremo Gobierno comenzara a ordeñar atrevidamente las arcas de nuestro banco central; al cabo de un par de años, para como gastamos aquí las cosas, no tendríamos ni reservas, ni… refinerías. Estaríamos en el peor de los mundos. Así que, por favor, tranquilitos los diputados perredistas: no se metan con el Banco de México. Pues eso. 

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