Perseguido por la bestia (2)
Cayó al piso y semiconsciente sintió como era sujetado con fuerza, separado del suelo sólo para ser azotado con más violencia.
El sudor y la sangre le perlaban la frente, estaba lastimado y cojeaba, pero debía darse prisa, la bestia se acercaba cada vez más. Podía olerlo, podía oler la sangre y el miedo.
El olor a muerte era demasiado penetrante, el aire viciado le impedía seguir avanzando, a cada paso respiraba aún con más dificultad, sentía náuseas y desesperación. Tropezó, el suelo que pisaba estaba bañado en sangre, se aferró al muro de enredaderas que le guiaba en un camino interminable y miró con aprehensión el cielo negro. Todo era oscuridad.
Apretó la mandíbula y siguió avanzando palpando el aire, inhalando y exhalando con cuidado, tratando de no hacer ruido.
El corazón le latía con fiereza, no distinguía nada, la luna había sido tapada por la noche. Caminó lentamente y con cuidado, con las dos manos atrapando aire, adentrándose en la oscuridad. Un bufido detrás de él le congeló la sangre antes de ser embestido.
Cayó al piso y semiconsciente sintió como era sujetado con fuerza, separado del suelo sólo para ser azotado con más violencia. Antes de que el joven pudiera darse cuenta, sintió un fuerte dolor en el vientre, gritó y aferrándose a uno de los monumentales brazos que lo sostenían del pecho, levantó la cabeza, sólo para ver cómo el minotauro comenzaba a devorarlo.