Perseguido por la bestia (3)

Se miró una última vez frente al espejo, apagó la luz y exhausto volvió a la cama.

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El joven abrió los ojos con un grito ahogado, y de un salto se sentó sobre la cama con la respiración agitada y sin poder parpadear, dejando que un libro que permanecía sobre su pecho cayera al suelo. 

Mientras se acostumbraba a la penumbra de la habitación, su respiración se normalizaba.

Aún podía sentir la sensación de pánico, cuando encendió la luz dejando su habitación débilmente iluminada. 

Respiró hondo, abrió y cerró los ojos, su pálido rostro le devolvía la mirada, apoyó sus dos manos a ambos lados del lavabo y bajó la cabeza, en el silencio en que se encontraba sólo se dejaban escuchar las manecillas del reloj en alguna parte de la habitación y su respiración, desacompasadas.  

Levantó la cabeza y observó su tez pálida, su cabello largo, revuelto y castaño, su torso desnudo. 

Se pasó una mano por la cabeza y abrió el botiquín que tenía frente a él, su imagen desapareció por un segundo para luego reaparecer tomando con fuerza un frasco lleno de pastillas, lo destapó y dejó rodar unas cuantas sobre la palma de su mano, inmediatamente se las metió a la boca, apretó la mandíbula y se las tragó en seco. 

Se miró una última vez frente al espejo, apagó la luz y exhausto volvió a la cama. 

La bestia había regresado.

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