Como todos los años, el pasado domingo 13 de marzo se realizó la limpieza de playas en el puerto de Progreso, especialmente frente al malecón y en el playón, evento en el cual participaron unos 70 voluntarios, incluyendo turistas locales y extranjeros, acto que fue encabezado por la reina del Día de la Marina; como resultado se reunieron importantes cantidades de residuos, tanto orgánicos como inorgánicos de todo tipo.

Como cada año, al leer la noticia pienso: “Un año más sin cultura ambiental”; y es que es una tristeza que nuestro Estado esté a años luz de tener playas limpias; ¿y quién las ensucia?, pues simplemente todos quienes recorren la playa y el mar, pues lo cierto es que mucha de la basura es transportada por el mar después de ser arrojada de yates, lanchas y barcos de pesca.

Y como cada año el caso de Gijón viene a mi mente; este puerto español era un puerto industrial sucio y maloliente, pero hoy día es la ciudad más limpia de España, con una amplia playa que es un ejemplo de limpieza y compromiso social; recuerdo que estando en Gijón fue la noche del Solsticio de Verano, la noche del fuego nuevo, evento al que a su playa concurrieron más de cien mil personas a convivir ante enormes antorchas; al concluir el evento la playa estaba perfectamente limpia y lo más impactante es que no había un bote de basura; toda la gente se había llevado a sus casas o los centros de acopio los residuos que había generado, dejando una playa hermosa y disfrutable.

Al preguntarle a la alcaldesa cómo había logrado esa hermosa transformación, del puerto más sucio a la ciudad más limpia, me dijo: Es muy sencillo, con educación ambiental, acompañada por una ley de aseo urbano, la cual contiene una estructura de sanciones para el que tire basura en los espacios públicos, desde un palillo de dientes.

Creo que debemos aprender de quienes han sido un ejemplo de cómo se deben hacer las cosas bien. Autoridades y ciudadanos debemos emprender compromisos integrales a largo plazo, pero no sólo en las playas, sino en todo el Estado, y especialmente en torno al marco normativo, estableciendo un claro esquema de coercitividad que se aplique a todo aquel que viole los compromisos ambientales de nuestra sociedad.