Plurinominales, un obsequio de Mario Villanueva

Como es tradición, de cara a los procesos electorales a nivel local se atienden cuestiones que impactan en papel y tinta...

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Como es tradición, de cara a los procesos electorales a nivel local se atienden cuestiones que impactan en papel y tinta, pero sin el menor beneficio social, como ha ocurrido con el manoseado tema de la redistritación pendiente que tiene a dos bloques partidistas polarizados y que forzosamente tendrá a un bando festejando y a otro rumiando el desenlace.

Pero más allá de este desenlace que puede ser buena o mala noticia para grupos políticos en municipios bajo la amenaza de perder su cabecera distrital, el tema de la redistritación no tiene ese impacto social que defienden las autoridades ligadas a lo electoral.

La cuestión de fondo sigue sin ser atendida, en concreto el tema de las numerosas diputaciones plurinominales o de representación proporcional: 10, establecidas rumbo al proceso electoral de 1996 como una jugosa concesión al PRD y al PAN.

Y es que este número es exagerado si se toma en cuenta que contamos con 15 distritos electorales, por lo que tan sólo tenemos ese número de diputados seleccionados directamente en las urnas, por el principio de mayoría relativa.

Recuerdo que en el proceso local del 21 de febrero de 1993 había 18 diputados, 13 de mayoría relativa y cinco de representación proporcional.

En 1995 el Consejo Estatal Electoral, presidido por Carlos Francisco Sosa Huerta y cuya Secretaria General era Enna Rosa Valencia Rosado, autorizó la creación de dos distritos.

Othón P. Blanco contaba con cuatro distritos, al igual que Benito Juárez (Cancún). Un distrito debía ser asignado al octavo municipio de Solidaridad, creado al inicio del gobierno de Mario Villanueva. El otro por lógica poblacional correspondía a Cancún, pero Villanueva ya vislumbraba el tamaño del desafío que enfrentaría su partido en ese polo turístico, por lo que ordenó al Consejo Estatal Electoral que ese distrito fuese asignado a Othón P. Blanco, generando una sobre representación del sur y una sub representación en el norte.

El Consejo tenía dos bloques de Consejeros: uno ajeno a la órbita del gobernador y otro que comía alpiste de la palma de su mano. Por si fuera poco, el consejero presidente Carlos F. Sosa  Huerta inclinaba la balanza para cumplir con los designios del amo todo poderoso.

Tulio Arroyo Marroquín y Juan José Morales Barbosa defendieron con mucha energía y argumentos contundentes la ubicación del segundo distrito en Cancún, destacando que los diputados representan población, no piedras.

Pero todo fue inútil. La irritada oposición recibió de Mario Villanueva un obsequio que la conquistó de inmediato, transformando a los endemoniados tigres de Bengala en cariñosos gatitos como los que acarició Marlon Brando en su papel de El Padrino.

Y el obsequio no era cosa menor, ya que había aumentado en un 100% el número de diputaciones plurinominales, pasando de cinco a 10. En cambio, los distritos pasaban de 13 a 15, números que se mantienen hasta ahora.

Este repaso es necesario para poner sobre la mesa este tema que ha sido omitido por todos los representantes de partidos políticos y autoridades electorales, concentradas en un asunto que no atiende la cuestión de fondo en cuando a la conformación del Poder Legislativo.

Y es que desde 1996 hemos tenido 60 diputados plurinominales, sin que estos sean analizados cuando se efectúa una redistritación, como si estuviesen fuera de este mundo. Y toda la atención se concentra en los 15 diputados de mayoría relativa.

El espíritu original de las diputaciones plurinominales pasó a mejor vida, ya que son posiciones para permitir el acceso a una burocracia partidista que elude la aduana de las urnas, adquiriendo no sólo los mismos derechos de quienes se soban el lomo en campaña, sino incluso tomando las riendas de la Presidencia de la Gran Comisión.

El tema de la redistritación preocupa a toda la clase política y a consejeros electorales, quienes contemplan el árbol y descuidan la selva.

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