Podéis ir en paz a Roma, el 18 de marzo ha terminado

De Salamanca quedarían no más que tres apuntes para releer cuando llegue la reforma.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

El presidente Peña Nieto optó por irse en paz al Vaticano. No es el momento de la batalla de Pemex, si es que algún día la hay.

La racha de éxitos y anuncios trepidantes hizo pensar a algunos que el discurso en la refinería de Salamanca por el 75 aniversario de la expropiación petrolera vendría cargado de dinamita. Nada de eso.

El Presidente saltó la efeméride con lugares comunes. Pemex (¡oh!) “es indispensable para liberar el potencial económico de México”. Pemex (¡ah!) “no se vende ni se privatiza, se transforma y moderniza”. Pemex (¡guau!) “debe administrarse con mayor eficiencia, honestidad, transparencia y rendición de cuentas”.

Nada que no hayan repetido cientos de veces Zedillo, Fox, Calderón. Esbozó acaso una reforma, porque “es tiempo de mover a Pemex para que Pemex mueva a México”.

Nada que tensara la reluciente relación con el PRD o regalara días anticipados a la inexorable protesta de Morena. Nada de palabras riesgosas, como inversión privada, inversión extranjera.

De Salamanca quedarían no más que tres apuntes para releer cuando llegue la reforma: 1) una nueva estructura organizacional de Pemex; 2) “orientar las inversiones a las actividades de más valor agregado y rentabilidad para el país”; 3) “fortalecer la capacidad de inversión y desarrollo tecnológico de Pemex”.

Lo demás fue rollo y nacionalismo revolucionario de solera. Quizá sea el arte de la simulación para ir germinando una reforma de verdad, una que marcará un antes y un después. O quizá esto sea todo, porque de aquí no se pasará en seis años.

Mientras tanto, podéis ir en paz a Roma, el 18 de marzo ha terminado.

Lo más leído

skeleton





skeleton