¿Podemos hacer bien las obras públicas?
Pareciera que es imposible realizar obras públicas sin que aparezcan impericias, corruptelas e incompetencias dignas de una república bananera.
La Contraloría del Gobierno del Distrito Federal, luego de investigar lo que se hizo —o dejó de hacer— en el Proyecto Metro, esa suerte de entidad supra administrativa que se creó expresamente para construir la línea 12 del metro de la capital de todos los mexicanos (le otorgaron la condición de “órgano desconcentrado” para justificar su autonomía técnica, administrativa y financiera; y, vaya que resultó desafortunado el otorgamiento de dichas facultades siendo que la Secretaría de Obras del Gobierno que encabezaba Marcelo Ebrard, sujeta a los obligados controles y fiscalizaciones, hubiera podido llevar a cabo los trabajos con mucha mayor solvencia), ha determinado castigar a 33 funcionarios de la tal corporación.
Enrique Horcasitas, el antiguo mandamás del ente, no podrá ya ocupar cargo alguno en la Administración pública y otros de los presuntos implicados en la catastrófica gestión del proyecto van a afrontar inclusive sanciones penales, aparte de multas astronómicas.
El asunto es simplemente asombroso. No te explicas tamaña chapuza, por más que la imperiosa exigencia de terminar la construcción atropelladamente para que los jerarcas aparezcan en la foto el día de la pomposa inauguración implique, como siempre, ejecuciones descuidadas e irremediablemente imperfectas. En fin, pareciera que en este país es imposible realizar obras públicas sin que aparezcan impericias, corruptelas e incompetencias dignas de una república bananera.
Ya dilapidamos un dineral en ese miserable andamio, la mentada Estela de Luz. Y lo peor es que, vistas las cosas, el respetable público teme ahora que algo parecido ocurra con el nuevo aeropuerto. Al tiempo…