¡Podemos hacer milagros!

Nosotros claro que no podemos hacer el milagro de multiplicar los panes, pero sí podemos repartir los panes que tenemos.

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Este mes de octubre que termina con problemas, impuestos y sinsabores, ¿estamos esperando un milagro para tener fe y poder llenar nuestro espíritu de Dios?. 

Se nos olvida que nosotros somos el milagro que Dios ha hecho, para que Jesús pueda entrar al corazón de nuestro prójimo por medio de nuestra persona. A Dios no le gusta hacer milagros solo, necesita de nosotros para poder dar su pan, su perdón y su palabra.

Jesús multiplicó los panes y los peces, y nosotros claro que no podemos hacer el milagro de multiplicar los panes, pero sí podemos repartir los panes que tenemos a los que no tienen pan. Hoy Dios necesita de nuestras manos para volver a multiplicar esos panes y peces en nuestro prójimo.

Hay que entender, que no podemos curar a un sordo de nacimiento o a un ciego que nunca ha visto la luz. Pero sí podemos hablar de la palabra de Dios, a tantos sordos que se niegan a escuchar lo que Dios a diario les dice. 

Y podemos darles luz a los peores ciegos, aquellos que teniendo ojos, solo ven con los ojos físicos y no con los ojos del corazón, porque no ven el amor y el afecto que sus familiares le dan cada día.

Por supuesto que no podemos sanar milagrosamente a los enfermos, pero sí podemos hacerles una visita para consolarlos o ayudarlos para que compren las medicinas que necesitan. El Dios médico que vive en tí, tiene que salir y ayudar, confortar y sanar a todos tus hermanos, que esperan una medicina para el alma y esa es ...¡Tu amor!.

Tal vez no podemos solucionar la pobreza de todos los indigentes del mundo, pero si podemos socorrer al mendigo que llega a nuestra casa dándole algo de alimento y reconfortarlo con nuestra palabra, ofreciéndole pan, ánimo y esperanza. Porque la fe sin obras es una fe muerta.

Es obvio que nosotros no podemos decirle a los inválidos “levántate y anda”, pero sí podemos conseguirles una silla de ruedas o un par de muletas para que se puedan levantar y andar. Decirle al amigo que cayo en el alcoholismo o a nuestro propio hijo: ¡levántate y anda!. Tenemos que entender, que Dios va a actuar este Adviento por medio de nuestra persona, para que seamos difusores de su amor.

Y tenemos que entender que nosotros no podemos hacer que los muertos se levanten de sus tumbas, pero sí podemos ayudar a los vivos a que se levanten de sus vicios o de su extrema pobreza o de sus desalientos, que son otras maneras de estar muertos en vida.

¿Qué será mas milagroso?, ¿Multiplicar los panes o que nosotros multipliquemos las alegrías y disminuyamos las tristezas?. ¿Cuál milagro será más grande? ¿Hacer ver a un ciego, o que nosotros le abramos los ojos al que no ve en su familia y en sus semejantes la bondad , el amor y la belleza?. 

¿Y que milagro verá mejor Dios?, ¿Que se haga caminar a un paralítico?, ¿O que nosotros aprendamos a caminar con esa enfermedad incurable, o esa desgracia que ha hecho que nos detengamos?.

¡Hoy, podemos hacer milagros!, si injertamos en nuestro prójimo alegría, animo e ilusión. Si somos optimistas y vemos en cada problema una oportunidad, y en cada fracaso una enseñanza. Claro que podemos hacer milagros, si tratamos de llenar los corazones de nuestros semejantes con amor, paz y esperanza. 

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